
El piloto italiano, que vuelve a Kalex de la mano de Fantic en 2026, habla sin filtros de su hambre, del aprendizaje con Lorenzo y de una amistad auténtica con Quartararo.
Tony Arbolino no se anda con rodeos. Su discurso es tan directo como el camino que, siendo un crío, recorría en una caravana desde las afuera de Milán hasta los circuitos de la Motor Valley. Ahora, tras un año gris en Moto2, el piloto de Garbagnate Milanese mira al 2026 con la Kalex del equipo Fantic y con un único objetivo: recuperar la diversión y el puesto que cree merecer. “No he hecho millones de kilómetros en camper para ir a las carreras a hacer de comparsa o ganar cuatro euros. Prefiero no correr”, sentencia en una entrevista con GPone.
Arbolino, optimista de cara a 2026
Para alguien con esa hambre, un año como el 2025, con una sola aparición en el podio, es un mero contratiempo. Arbolino achaca las dificultades a la complicada adaptación a la Boscoscuro del equipo Pramac, una moto con un potencial enorme pero una ventana de uso “muy estrecha”. “Este año no me he divertido ni saliendo del box”, confiesa. El cambio a Fantic, por eso, siente como un regreso a casa. “Con la Kalex 2026 he sentido una base que nunca antes tuve. En los test copiamos el ‘set-up’ de la moto vieja y funcionó de inmediato. Es la primera vez en mi carrera que no toco nada”, revela con optimismo.
Esa búsqueda de la excelencia la aprendió de primera mano de un maestro: Jorge Lorenzo. “Gracias a él entendí qué hace un piloto para llegar a ese nivel”, afirma Arbolino. “Me enseñó la diferencia entre sacrificarse un poco y estar dispuesto a dar la vida por esta pasión. El talento no basta. Hace falta querer llegar, hambre, obsesión”. Esa lección la vio recientemente en un entrenamiento en Almería, donde Lorenzo y Maverick Viñales compartían box. “Jorge le está dando todo a Maverick. Tienen una relación muy bonita”, comenta.
Quartararo, un amigo inseparable
Fuera de la pista, su círculo es reducido y auténtico. Su amistad con Fabio Quartararo data de cuando “ninguno de los dos tenía nada”. “Nos hicimos amigos cuando no había intereses de por medio”, subraya. Aunque Quartararo le pide consejo sobre su futuro, Arbolino se limita a decirle que confíe en su instinto: “Yo no soy tú. Solo él puede saber lo que siente”.
Mirando al futuro, el piloto italiano ve la llegada de Pirelli a MotoGP en 2027 como una gran oportunidad para los que vengan de Moto2. “La experiencia que ya tendrán los pilotos de Moto2 con esos neumáticos será una ventaja enorme”, opina, dejando claro que la categoría reina es un objetivo latente.
Entre sus rivales más duros, cita a Pedro Acosta, a quien define como “fortísimo mentalmente”, y a Ai Ogura. Para 2026, pone la lupa sobre su propio compañero en Fantic, Barry Baltus, y sobre jóvenes talentos como Dani Holgado y David Alonso. Pero por encima de cualquier nombre, repite su mantra: “El primer objetivo es volver a divertirme sobre la moto”. Porque después de tantos kilómetros de autopista y de noches en caravana, lo que menos le apetece a Tony Arbolino es ser un extra en su propia película.
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