
Márquez roza el título en Japón tras un año que divide a la afición entre bostezos y ovaciones.
Hay un runrún que se repite cada fin de semana en MotoGP: “el campeonato está sentenciado, ya no tiene emoción”. Y, al mismo tiempo, otro comentario opuesto: “estamos viviendo historia pura”. Lo curioso es que ambas frases son verdad. Este Mundial 2025 está siendo, a la vez, un espectáculo monótono y una temporada para enmarcar. Y todo se resume en un nombre: Marc Márquez.
El de Cervera ha hecho lo que muchos dudaban: aterrizar en el equipo oficial Ducati y transformarlo en una apisonadora. En Misano se vio el resumen perfecto de la temporada. El sábado, en la sprint, se cayó liderando: fue su primera caída del año en este formato y con ello perdió una racha impecable de podios. Al día siguiente, como si nada, volvió a la pista, recuperó sensaciones y ganó la carrera larga con autoridad. Así, sin titubear. Es decir, Márquez puede tropezar, pero siempre encuentra la manera de volver a imponer su ley.
Ese patrón se ha repetido durante todo el campeonato. Ha sido un año donde las remontadas imposibles se han convertido en rutina, donde la agresividad convive con una madurez nueva en él. Ya no es aquel piloto que arriesgaba sin calcular: es un Márquez más cerebral, que sabe cuándo atacar y cuándo esperar. Y esa combinación, con la Ducati más competitiva del momento, ha resultado letal.
El problema, para muchos aficionados, es que esa superioridad ha borrado la incertidumbre. Las carreras del domingo parecen calcadas: Marc delante, los demás peleando por un podio simbólico. Esa repetición convierte la temporada en previsible, algo que mata parte del drama que siempre se espera en MotoGP. Sin embargo, lo que quita emoción en lo inmediato lo multiplica en el relato histórico. Márquez está a un paso de proclamarse campeón en Japón con una ventaja insultante de puntos. Y ojo al detalle: podría coronarse en Motegi, la casa de Honda, la marca que le vio crecer y que hoy vaga en tierra de nadie. El guion parece escrito a propósito, como si el destino quisiera cerrar un círculo perfecto.
Los rivales que intentan seguirle el ritmo
Mientras tanto, los rivales muestran síntomas muy distintos. Álex Márquez está firmando la mejor temporada de su vida, asentado en el segundo puesto del campeonato, y cada carrera refuerza la narrativa de un duelo fraternal inédito. Nunca antes dos hermanos habían ocupado la cima de MotoGP de una forma tan sólida. Es una historia paralela que aporta un poco de chispa al campeonato y que, de algún modo, humaniza la frialdad del dominio rojo.
Marco Bezzecchi, por su parte, ha demostrado que Aprilia todavía puede brillar en las sprints y se ha convertido en un agitador los sábados, aunque sin consistencia para pelear el título. Otros aspirantes, como Jorge Martín, no han podido estar al máximo debido a lesiones y problemas físicos, dejando la lucha principal entre Márquez, Álex Márquez y los pilotos que aún pueden mantenerse cerca en puntos. Pero si hay un gran ausente en términos de resultados y regularidad, ese es Pecco Bagnaia.
El italiano no encuentra la manera de sacar provecho de la GP25. Sus declaraciones lo dicen todo: problemas de confianza en la frenada, sensación perdida con el tren delantero y frustración porque la moto no le responde como antes. No es solo falta de ritmo, es una crisis técnica y mental. Bagnaia no está “peleando como puede”: está atrapado en un laberinto donde el reglamento, la moto y la presión lo obligan a sobrevivir más que a competir. Y cuando tu compañero de fábrica arrasa carrera tras carrera, esa comparación se convierte en una losa insoportable.
La situación recuerda a otras épocas de dominio en MotoGP: Rossi en los años dorados de Yamaha, Lorenzo en su 2010 perfecto o Stoner en 2011. Todos generaron temporadas en las que parecía que nada podía torcerse. La diferencia es que, con Márquez, esa sensación se acentúa porque viene de superar un calvario de lesiones y de pasar por un Honda inofensivo. Nadie esperaba que su explosión con Ducati fuese tan inmediata y tan radical.
Un Mundial que será recordado
¿Es culpa de Marc que el campeonato se haya vuelto tan plano? No exactamente. Lo que hace es mérito suyo: su adaptación a la Ducati oficial ha sido instantánea, su pilotaje se ha afinado tras los años de sufrimiento y ahora mismo compite con una combinación perfecta de agresividad e inteligencia. Mientras otros dudan o se enredan con la moto, él encuentra soluciones. Donde otros ven problemas, él ve victorias.
El Mundial 2025 es extraño: soporífero para quien solo quiere emoción curva a curva, pero fascinante para quien entiende la magnitud del dominio. Quizás no recordemos cada carrera, pero recordaremos el conjunto: la temporada en que Marc Márquez devolvió el rojo a lo más alto y escribió una página que quedará para siempre en la historia de MotoGP.
Y tal vez la pregunta no sea si el campeonato está aburrido, sino quién será capaz de escribir la contra-historia. Porque, mientras tanto, todo es rojo. Y lo rojo, hoy, se llama Marc.
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