
El expiloto italiano desgrana en una entrevista la historia de una amistad con Rossi que MotoGP desgastó, y admite que aún no han vuelto a conectar, aunque sin rencor alguno por su parte.
La competición de máxima velocidad forja rivalidades épicas, pero también puede deshilachar, hilo a hilo, los lazos más antiguos. Marco Melandri ha abierto su álbum de recuerdos para hablar, con una mezcla de nostalgia y realismo, de su compleja relación con Valentino Rossi, un vínculo que nació en las minimotos y se difuminó en la élite. En una extensa conversación con Moto.it, el expiloto de Ravenna ha desvelado detalles íntimos de una amistad que el tiempo y las circunstancias no lograron recomponer.
«Rossi y yo no tenemos relación»
“¿Rossi? De hecho no tenemos relación, en el sentido de que prácticamente no nos hemos vuelto a ver nunca”, afirma Melandri con una claridad que resuena. Esta distancia contrasta con el trato que sí mantiene con otras figuras de su época. “Más o menos con todos he retomado buenas relaciones, incluso con Biaggi; nos escribimos, con ellos, con Capirossi siempre… con todos tengo muy buena relación”, explica, subrayando que la desconexión es específica con ‘Il Dottore’.
El relato viaja en el tiempo hasta los orígenes. “Éramos muy amigos de niños; lo fuimos hasta que yo llegué a MotoGP”, recuerda. Melandri despliega anécdotas que podrían salir de una película: su padre recogiendo a un joven Rossi para llevarlo a entrenar, noches durmiendo en casas el uno del otro, y viajes compartidos en una “autocaravanita destartalada”. Eran cercanos, cómplices en descubrir el ‘flat track’ y hasta en teñirse el pelo de tricolor tras un Gran Premio. “Siempre estuvimos ahí el uno para el otro, independientemente de todo; no éramos nadie, pero estábamos muy unidos”, evoca con cariño.
El salto a MotoGP lo cambió todo
Sin embargo, el salto a la categoría reina marcó un punto de inflexión. “Luego, por fuerza de las circunstancias, los caminos se separan, porque cuando el objetivo es común estás en el mismo sitio, y eso es bastante normal”, analiza. Pero la grieta se hizo más profunda con un episodio concreto: la llegada de Rossi a Yamaha en 2004, ocupando precisamente el sitio que Melandri dejaba vacante. “Fue una situación particular, porque yo estuve a punto de quedarme sin moto”, revela. En ese momento crítico, esperó una señal de apoyo que no llegó. “Por dentro pensé: entiendo los intereses y todo, pero hazme entender que tengo que mirar alrededor, si de verdad somos amigos”.
A partir de ahí, la dinámica cambió para siempre. La rivalidad en la pista, unida al “increíble” poder mediático de Rossi, que “mediáticamente atacaba a todos”, creó una barrera. “Quizá yo entonces aún no era lo bastante fuerte para soportarlo”, admite Melandri sobre la presión de enfrentarse no solo al piloto, sino al fenómeno.
Hoy, con la perspectiva que dan los años, el expiloto de 42 años cierra el capítulo sin amargura. “Si algún día coincidimos, no tengo ningún problema ni rencor con nadie, porque ya he entendido que el pasado es pasado y el futuro es futuro”, sentencia. Asegura haber intentado siempre separar la vida privada del deporte, aunque reconoce que con Rossi fue más complicado. “El hecho de que fuéramos amigos de antes quizá hizo más difícil esa separación, pero el tiempo cura todos los males”.
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