
La moto offroad más extravagante que jamás soñó la Fórmula 1 británica
En el sector del automóvil siempre hemos visto marcas que, seducidas por la pasión de las dos ruedas, deciden lanzarse a explorar territorios insólitos. Uno de los ejemplos más extravagantes y, a la vez, efímeros, lo encontramos en la Caterham Brutus 750, una moto que parecía salida de un sueño delirante de ingenieros británicos con inspiración italiana.
Corría el año 2013 cuando, en pleno Salón de Milán, nos topamos con una criatura que no dejaba indiferente a nadie. Bajo la icónica librea verde y amarilla de Caterham, aquel prototipo lucía un diseño voluminoso, grotesco y fascinante a partes iguales. Pero, ¿qué hacía una marca británica de F1 presentando una monster truck de dos ruedas con raíces transalpinas?
La historia arranca con la Italjet Brutus, presentada en 2012 como una propuesta offroad sin complejos, obra del polifacético Alessandro Tartarini, hijo del fundador de Italjet. Su concepto era tan simple como brutal: una moto que recordaba a un ATV sobre dos ruedas, con neumáticos colosales, motor monocilíndrico de 750 cc y una estética capaz de eclipsar cualquier diseño convencional.
Fue Tony Fernandes, empresario malayo conocido por capitanear Air Asia y rescatar a Caterham para la F1, quien decidió dar un salto aún más arriesgado: crear una división de motos para Caterham y llevar la Brutus a la producción bajo sello británico. La operación implicó comprar el diseño original a Tartarini y fundar Caterham Bikes, una rama que pretendía trasladar la filosofía F1 Technology a un selecto catálogo de motos y bicicletas eléctricas con acabados de alta gama y una imagen imponente.

Un diseño sin complejos
A primera vista, la Caterham Brutus 750 destacaba por unas proporciones casi grotescas: llantas de aleación de 14 pulgadas con garganta de hasta 10”, neumáticos offroad de tacos descomunales y un basculante de doble brazo sobredimensionado para alojar semejante balón trasero. El chasis, compuesto por gruesas barras de aluminio y piezas mecanizadas, reforzaba esa imagen de vehículo mitad tractor, mitad moto salvaje.
El corazón mecánico lo ponía un bloque monocilíndrico Dinli de 750 cc, refrigeración líquida y culata DOHC, asociado a una transmisión automática similar a la de un escúter. Entregaba 45 CV para mover nada menos que 235 kg en orden de marcha, una cifra excesiva que dejaba claro que la Brutus 750 estaba pensada más para impresionar que para rendir.
La parte ciclo tampoco pasaba desapercibida. Horquilla invertida de 43 mm, doble disco de freno lobulado de 260 mm con pinzas de cuatro pistones y una instrumentación que, pese a su excentricidad general, se limitaba a una pantalla LCD triangular minimalista. El depósito de 10 litros y la altura de asiento de 860 mm redondeaban una ficha técnica tan pintoresca como poco funcional para el día a día.
Un catálogo singular
Junto a la Brutus 750, Caterham Bikes mostró en Milán dos e-bikes más: la Classic E-Bike y la Carbon E-Bike, artilugios eléctricos con diseños de inspiración vintage y soluciones técnicas llamativas, como cuadros de fibra de carbono y detalles artesanales. Toda la gama se dirigía a un cliente exclusivo, dispuesto a pagar un sobreprecio por poseer una pieza que combinara diseño rompedores y un aura de tecnología heredada de la F1.
Sin embargo, la aventura de Caterham en el universo de las dos ruedas duró tan poco como fulgurante fue su anuncio. El plan de comercializar la Brutus 750 por unos 10.000 euros a partir de 2014 jamás se materializó, y toda la inversión quedó diluida en un mar de ideas inconexas y entusiasmo mal canalizado. Ni la afición de los hijos de Fernandes ni el bagaje de Tartarini lograron convertir esta monster truck de espíritu off-road en una realidad de serie.
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