
Yamaha apuesta por compuertas móviles en las calandras para mejorar la eficiencia aerodinámica.
Yamaha vuelve a situar su legendaria YZF-R1 en el centro de la innovación con una patente que demuestra que la moto más icónica de Iwata no ha dicho su última palabra. Aunque la R1 haya desaparecido como moto matriculable del catálogo europeo, la marca japonesa apuesta por soluciones ingeniosas para mantenerla viva y adaptada a las exigencias actuales del sector del automóvil de dos ruedas.
La idea es tan simple como audaz: aplicar compuertas móviles para maximizar la eficiencia aerodinámica sin comprometer la refrigeración del motor, un planteamiento heredado del mundo del automóvil y la aviación, pero inédito en motos de calle.
Una solución inspirada en la historia
El principio de las compuertas móviles no surge de la nada. Durante los años treinta, muchos automóviles incorporaban lamas ajustables para controlar la refrigeración cuando aún no existían sistemas termostáticos eficientes. En la aviación, aviones míticos como el P-51 Mustang llevaron esta idea a otro nivel, empleando el conocido efecto Meredith para reducir la resistencia aerodinámica y obtener incluso una ligera propulsión adicional gracias a la gestión del aire caliente.
Actualmente, modelos premium como el BMW X5 utilizan para optimizar la refrigeración y rebajar consumos. Yamaha retoma este concepto y lo traslada a una moto, adaptándolo a las necesidades específicas de la alta velocidad sobre dos ruedas.
Cómo funciona el nuevo sistema
La patente describe un carenado revisado que integra salidas de aire laterales con lamas móviles, accionadas por pequeños motores paso a paso y un sistema de correa. Este conjunto está gestionado por la ECU, que cruza datos como la temperatura del motor, del catalizador, la velocidad, la posición del acelerador y las condiciones exteriores para decidir cómo deben posicionarse las compuertas en cada momento.
A diferencia de otros sistemas que bloquean la entrada de aire, Yamaha plantea regular la salida del flujo caliente que ya ha pasado por el radiador. Si la moto circula rápido y la temperatura no es crítica, los conductos se cierran para reducir turbulencias y resistencia. Si el calor aumenta, se abren para garantizar una correcta disipación.

Doble beneficio: rendimiento y sostenibilidad
Este planteamiento tiene un efecto práctico inmediato: al cerrar los conductos, la moto reduce, algo vital cuando cada décima de coeficiente aerodinámico cuenta. Además, se evita que el aire caliente y turbulento interfiera con el flujo que rodea la moto, manteniendo la capa externa más limpia y estable. En fases de aceleración máxima, el sistema puede priorizar la aerodinámica cerrando temporalmente las salidas para mejorar la penetración. Al estabilizar la velocidad o durante la deceleración, las lamas vuelven a abrirse para proteger la mecánica y evitar sobrecalentamientos. Otro aspecto clave es la temperatura del catalizador. Mantenerlo en su rango ideal ayuda a reducir emisiones, un argumento estratégico para Yamaha, que actualmente solo ofrece la R1 como versión de circuito en Europa.
Un paso hacia el regreso de la R1 matriculable
Con esta tecnología, Yamaha no solo refuerza el rendimiento de la R1, sino que abre la puerta a una futura versión matriculable capaz de cumplir con normativas cada vez más exigentes. Al fin y al cabo, equilibrar potencia, eficiencia y bajas emisiones se ha convertido en un desafío para todas las marcas del sector del automóvil de dos ruedas.
Además, la versatilidad del sistema permitiría adaptar este concepto a otros modelos, desde touring deportivas hasta desarrollos offroad de altas prestaciones, manteniendo siempre la misma filosofía: aprovechar la aerodinámica activa para mejorar la eficiencia sin renunciar a las sensaciones deportivas.

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