
Antes de que el término «Adventure» inundara los existió una moto nacida con el único propósito de conquistar África. Esta es la historia de la Super Ténéré que jubiló a los monocilíndricos y convirtió a Yamaha en la dueña absoluta del desierto.
Hubo una época en la que el París-Dakar se convirtió en un fenómeno cultural que marcaba lo que se vendía en los concesionarios. A finales de los 80, la obsesión por la arena y la aventura estaba en su punto álgido. Honda había golpeado primero con la África Twin 650, pero en 1989, Yamaha decidió que no solo quería competir, quería aplastar. Así fue como nació la Yamaha XTZ 750 Super Ténéré, una leyenda de los caminos de tierra que llevó a Stéphane Peterhansel a la gloria.
La respuesta al desafío africano
Corría el año 1989. El mercado demandaba motos capaces de cruzar continentes, réplicas de las que veían por televisión atravesando el Sáhara. Yamaha ya tenía la exitosa XT600 Z Ténéré, su apuesta monocilíndrica para los amantes del off-road, pero se quedaba corta ante las nuevas bicilíndricas de la competencia.
La fábrica de Iwata necesitaba algo más grande, más rápido y más potente. El resultado fue una motocicleta imponente, bautizada como Super Ténéré, la región más inhóspita del desierto del Sáhara. Su estética era inconfundible, con ese doble faro redondo que parecía mirar desafiante al horizonte y un depósito gigantesco de 26 litros.

Un motor deportivo en un cuerpo de Trail
Lo que realmente separó a la Super Ténéré de sus rivales fue lo que escondía bajo el carenado. Mientras otros apostaban por configuraciones más tradicionales, Yamaha decidió injertar tecnología de sus deportivas del momento, como la FZ750, en una moto destinada al off-road. La XTZ 750 montaba un motor bicilíndrico en paralelo de 749cc, refrigerado por líquido, y su revolucionaria tecnología Génesis, que era una culada de 5 válvulas por cilindro.
El resultado fue demoledor. La Super Ténéré entregaba 70 CV de potencia, una cifra muy superior a los 50-55 CV que ofrecía la Honda Africa Twin de la época. Esto la convirtió en la trail más rápida del mercado, capaz de rozar los 190 km/h. El sonido “Super Mono” era otro de sus encantos, ya que el motor calado a 360º, con los dos pistones subiendo y bajando a la vez producía un sonido ronco y lineal muy característico.
La leyenda del Dakar de la mano de Peterhansel
A la ambiciosa Super Ténéré sólo le quedaba demostrar su valía en la competición. Y vaya si lo hizo. La versión de competición, la YZE 750, y posteriormente la 850, se convirtió en la tirana del desierto. Fue la montura con la que el francés Stéphane Peterhansel cimentó su leyenda, consiguiendo seis victorias en el Dakar para Yamaha en los años 90. Esa imagen de la moto azul con los logotipos de Chesterfield volando sobre las dunas fue la estampa definitiva del rally Dakar.
La Super Ténéré de calle se benefició de ese aura de invencibilidad, ya que estabas comprando la moto que ganaba la carrera más dura del mundo. En España, la XTZ 750 tenía un precio de venta que rondaba las 1.100.000 pesetas, unos 6.600 euros al cambio. Esto suponía una fortuna, ya que por el mismo precio te podías compras un Ford Fiesta o un Renault 5 bien equipados.

Luces y sombras de un gigante
No todo era perfecto. La Super Ténéré era una moto grande y pesada (226 kg en seco), con un centro de gravedad alto. En parado era difícil de mover y sus frenos delanteros se sentían algo esponjosos para detener tal masa a altas velocidades. Además, sufría de un problema endémico de las Yamaha de la época, ya que el regulador de corriente solía fallar.
Sin embargo, una vez en marcha, su comodidad, protección aerodinámica y ese motor inagotable la convertían en la viajera definitiva. La Yamaha XTZ 750 Super Ténéré era una moto hecha para devorar kilómetros, ya fuera asfalto o pistas de grava. Y todo ello sin las ayudas electrónicas de los modelos actuales.
30 años después
La producción de la XTZ 750 cesó a mediados de los 90, dejando un hueco que Yamaha tardó años en volver a llenar con el mismo espíritu. Hoy, la actual Ténéré 700 recupera ese espíritu aventurero de la versión original, manteniendo el concepto de bicilíndrico en paralelo fiable y capaz que caracterizaba a la Super Ténéré.
Pero para los puristas, la «Super T» original sigue teniendo un encanto especial. Su sonido ronco, su estética ochentera y su historia la han convertido en una clásica muy cotizada. Los que la compran saben que se llevan a casa un pedazo de historia de una era en la que los mapas eran de papel y la aventura no tenía electrónica.
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