
Álvaro Bautista: “Sigo aquí porque aún puedo ser competitivo”
Estoril volvió a reunir a varios protagonistas del Mundial de Superbike y, entre ellos, uno de los más buscados fue Álvaro Bautista, que afronta una temporada repleta de incidentes, cambios y decisiones de futuro que han marcado su año. El talaverano, sincero como pocas veces, analizó en profundidad para Moto. IT, cómo se siente, qué ha fallado y por qué, pese a todo, tiene claro que su carrera deportiva no ha terminado. Bautista se mostró directo al repasar un año “más sólido que el anterior, pero más ingrato”, donde los resultados no han reflejado su verdadero nivel.
Una temporada dura, marcada por incidentes y un rendimiento irregular
Bautista reconoció que 2024 y 2025 han sido años muy distintos a los de su gran explosión con Ducati. La introducción del peso adicional alteró por completo el equilibrio de una moto que dominaba con naturalidad, y aunque el equipo decidió “empezar de cero” el invierno pasado, las circunstancias no han acompañado. El piloto explicó que su ritmo es mejor que el de 2024, pero que los incidentes –muchos ajenos a él– han diluido cualquier opción de sumar resultados consistentes.
El tercer puesto logrado a principios de temporada sigue siendo su mejor resultado. “Si me quitas las caídas que no he podido evitar, estaría tercero del campeonato sin discusión”, admitió durante la conversación. Aun así, aseguró haber recuperado sensaciones perdidas: la moto ya no es la desconocida de hace un año, aunque la normativa le obliga constantemente a pilotar con un comportamiento inestable que tarda vueltas en asentarse.
El peso extra: un castigo que condiciona cada curva
El talaverano insistió en un punto que considera clave: la penalización del peso no afecta a todos por igual y, en su caso, transforma radicalmente su forma de pilotar. Explicó que no se trata de que la moto pese más o menos, sino de cómo ese peso altera la frenada, el giro y el paso por curva. “Después de siete u ocho vueltas empiezo a sentir que la moto ‘vuelve a ser mía’”, confesó, aunque para entonces los líderes ya se han escapado.
También desmintió la teoría de que debería engordar para compensar. Aseguró que, aunque entrene y coma bien, es prácticamente imposible ganar siete kilos de músculo útil, y que, incluso si lo hiciera, seguiría siendo distinto al efecto que produce el lastre obligado. “Son kilos muertos. No los puedo mover a mi favor.”
El debate sobre la equidad en el campeonato, desde su punto de vista, es legítimo, pero el resultado ha sido una norma que solo ha perjudicado a un piloto: él mismo.
El futuro: un proyecto nuevo, pero con garantías
Bautista también habló del paso a un equipo satélite en 2026, una decisión que sorprendió a muchos aficionados. Lejos de interpretarlo como un paso atrás, lo ve como una oportunidad para competir con material oficial, pero en una estructura más manejable. Explicó que Barni ha crecido de forma sólida, que dispone de apoyo directo de fábrica y que los números del equipo este año “demuestran que pueden luchar arriba”.
El piloto recalcó que solo sigue compitiendo porque realmente se siente competitivo. “Si estuviera aquí para hacer bulto, me bajaría de la moto mañana”, dijo sin dudar. Y añadió que su motivación se mantiene intacta porque cada fin de semana sigue descubriendo sensaciones que le recuerdan por qué continúa en el Mundial.
La vida fuera del box: familia, rutina y experiencia
Sobre su día a día fuera de la pista, Bautista admitió que entrena distinto, no más. Se enfoca en ejercicios que realmente aportan y evita el desgaste innecesario. Ha incorporado rutinas de frío, trabajos de respiración y momentos de calma mental que, según él, “no solo sirven para competir, sino para vivir mejor”.
También habló de su familia, que ha sabido adaptarse a su ritmo de vida: su mujer, que lo acompaña desde hace años sin cuestionar sus decisiones, y sus hijas, que empiezan a entender qué significa ver a su padre en el parc fermé.
Finalmente, recordó con especial cariño dos motos que marcaron su vida: la Aprilia con la que fue campeón del mundo, “una unión perfecta entre moto y piloto”, y la Honda de 125, quizá la más complicada, pero también la que más le enseñó.
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