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Los 5 momentos más duros para Valentino Rossi

16 Feb. 19 | 22:12
Foto: MotoGP

Una leyenda como Valentino Rossi ha protagonizado las proezas más grandes dentro del motociclismo, pero también se ha encontrado con piedras en el camino que le han hecho sufrir

En el día del 40 cumpleaños de Valentino Rossi, toca profundizar en la historia de una de las leyendas más grandes de la historia del motociclismo, si no la mayor. Hablar de Il Dottore significa hablar de la persona que, desde luego, más ha influido en el deporte de las dos ruedas, habiendo cambiado todo el panorama del Mundial desde su llegada y haciéndonos pensar a los aficionados que, una vez que se marche, nada volverá a ser lo mismo.

La figura de Rossi trasciende e ilumina más allá que el resto de compañeros con los que comparte pista. Le avalan, para bien, sus estadísticas y su palmarés en la pista (9 títulos, 115 victorias, 89 de ellas en la categoría reina, siendo el que más ha conseguido; 232 podios, 65 poles, 95 vueltas rápidas) y su actitud y personalidad, que le hacen carismático a mas no poder y un auténtico ídolo de masas que mueve a su parroquia, el Popolo Giallo, por cualquier rincón del mundo, y, para mal, sus polémicas a lo largo de sus 23 temporadas en el campeonato (que serán 25 como mínimo si cumple su contrato hasta 2020), con las que tampoco ha dejado indiferente a nadie.

Así pues, más de dos décadas en el Mundial han dado para muchísimas historias en MotoGP para el piloto de Tavullia. En este artículo, vamos a destacar los momentos más duros a los que ha hecho frente Rossi durante toda su carrera y cómo se ha sobrepuesto a ellos para llegar hasta el día de hoy, inmersos en la que es su 24ª campaña en activo.

El paso de Honda a Yamaha

Foto: MotoGP

La temporada 2003 fue el primer gran momento de dificultad para Valentino. No por su situación en cuanto a palmarés, que no podía ser mejor, ya que tras llegar en 2000 a 500cc con dos títulos bajo el brazo, uno de 125cc y otro de 250cc, consiguió en su primera temporada dos victorias, para luego llevarse sus primeros mundiales de la categoría reina en 2001, aún en época de las 500, y en 2002, el primero de MotoGP, con 11 victorias en cada año de 16 posibles, casi nada. Lo fue, sin embargo, por la situación que se vivía en la marca con la que llegó a todo eso: Honda.

El dilema que vivió Rossi en aquellos días fue el de encontrarse en una fábrica en la que sentía que no se le valoraba lo suficiente, y tenía bastante razón. El propósito de los japoneses era el de demostrar que ellos eran los mejores construyendo una moto a través de las victorias de esta, pero les importaba poco qué piloto lo hiciera.

Esta filosofía, que distaba mucho de eso que se denomina espíritu de equipo, provocó situaciones bastante estrambóticas, como que uno de los pocos privilegios de Rossi era probar las piezas, que eran iguales para todos los pilotos de la marca, antes que el resto de compañeros, o que antes de la temporada 2002 un cambio de directivos en la casa hizo que Honda tomara la decisión de dejarle sin moto para esa temporada y la siguiente, ante lo cual reaccionó el #46 presentándose en las oficinas de Honda Europa para renegociar un contrato que al final acabó dándose.

Así pues, evidentemente la situación no era la mejor de cara a 2003. Sin embargo, Rossi reaccionó en pista como siempre: ganando. El italiano se subió al podio en todas las carreras de la temporada, ganó 9 de ellas y consiguió el que entonces era su quinto campeonato del mundo. Sin embargo, fuera de la pista, todo fue mucho más inusual.

Tras todo un año de negociación con Honda, en el que Valentino se empeñó en demostrar que ganaba más por mérito suyo y no por el buen nivel de la moto, este planteó unas condiciones a Honda que la marca acabó aceptando sin poner ningún pero. Este hecho se dio en Motegi, precisamente en el fin de semana en el que ya había decidido irse a otra marca, Yamaha, que en 2003 solo había conseguido subirse una vez al podio gracias a una tercera posición de Álex Barros en Francia.

Pero Rossi quería un reto: sentirse deseado de verdad en una fábrica que pasaba por uno de sus peores momentos en MotoGP, para así poder demostrar que su talento era mucho mayor que lo que le suponían en la fábrica rival. De esa forma, llegó el cambio de colores y Rossi vistió por primera vez los colores de los tres diapasones.

Su debut tuvo lugar en Sudáfrica, en el circuito de Welkom, en un fin de semana que quedó para la historia por su actuación, ya que consiguió la victoria partiendo desde la pole tras una pelea a cuchillo con Max Biaggi y con una moto absolutamente indomable y prácticamente imposible de dominar, pero con la que, a la postre, lograría su cuarta corona consecutiva. Aquel fue un gran golpe sobre la mesa, pero no sería el único de su carrera.

La etapa de Ducati

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Ahora, hay que irse más adelante en el tiempo, más concretamente a 2010, un año en el que Valentino ya es nueve veces campeón del mundo, y en el que va a hacer una especie de flashback. En plena pelea contra la nueva hornada de pilotos de MotoGP, representados sobre todo en Jorge Lorenzo, su compañero de equipo, Casey Stoner y Dani Pedrosa, el italiano decidió repetir cambio de marca e intentar cumplir un sueño puramente transalpino: ganar con Ducati, moto a la que Stoner había llevado hasta su primer Mundial de constructores y pilotos tan solo 3 años antes, en 2007.

Sin embargo, este sueño no salió tan bien, ni mucho menos, como el cambio de marca anteriormente mencionado. Podría decirse sin miramientos que el sueño se tornó en pesadilla, y que los dos años que el #46 pasó en Borgo Panigale, 2011 y 2012, fueron una auténtica tortura.

Por un lado, la Desmosedici que se encontró el Doctor no era para nada igual a la que Stoner había llevado a lo más alto de los podios, y por otro, el propio Rossi pecó en parte en tratar de adaptar la moto a su pilotaje, y no al revés. Eso trajo definitivamente de cabeza a los ingenieros del equipo italiano, componiéndose una suma de factores que llevaron al desastre a una de las uniones que podrían haber sido más bonitas en toda la historia del Mundial.

La realidad es que Valentino se exprimió al máximo para alcanzar su máximo nivel con la moto, pero esta no respondió. Y, aun así, fue el piloto de Ducati que más partido le sacó, en detrimento de su compañero Nicky Hayden.

Sus mejores resultados con la marca fueron dos segundos puestos en 2012, en Le Mans y Misano, y un tercero en 2011, también en territorio galo. El resto de carreras fueron, en su gran mayoría, finalizaciones entre la quinta y la décima posición, que se sumaron a algunos abandonos.

La experiencia fue suficiente por dos años y Valentino puso rumbo de nuevo a Yamaha, donde tuvo que luchar contra sí mismo, contra un gran compañero de equipo y contra el entorno para volver a recuperar su nivel. Un reto que también fue difícil.

El retorno a Yamaha

Foto: MotoGP

Tomando el hilo del punto anterior, nos plantamos en un 2013 que abrió la segunda etapa para Valentino en Yamaha, una época que todavía dura y que empezó marcada por la propia situación del piloto, que tenía ante sí el reto de volver a ser competitivo y de intentar luchar por todo con una edad nada desdeñable de 34 años.

Como se ha dicho antes, había varios aspectos a tener en cuenta para aquella temporada: por un lado, tras la piedra en el camino de Ducati Rossi tenía que volver a tomarle el pulso a un Mundial en pleno cambio tecnológico y en el que sus rivales o habían evolucionado, como es el caso de Lorenzo o Pedrosa, o habían cambiado, puesto que en 2012 se había retirado ya Casey Stoner pero fue en esa campaña de regreso a Yamaha en la que puso el pie en la categoría reina Marc Márquez, a quien muchos señalaban ya como su sucesor en el campeonato.

Por otra parte, Rossi hizo frente a su propio compañero de equipo, un Jorge Lorenzo que había empezado en el Mundial plantándole cara y con un muro de Bridgestone de por medio, a pesar que el de Tavullia le ganó los mundiales de 2008 y 2009, y pudo lucharle el de 2010 de no ser por la lesión que sufrió; y que llegaba a ese 2013 como vigente campeón del mundo y uno de los máximos favoritos para revalidarlo.

Además, el #46 hizo frente también al entorno del Mundial y a todas aquellas voces que vieron en su fichaje en Yamaha una estrategia de marketing de la fábrica de Iwata. En resumidas cuentas, el mantenimiento de que Valentino llegaba a Yamaha para que esta vendiera camisetas, simplemente. Pero Rossi tenía la misión de demostrar que todos los que lo dijeron se equivocaban. Y lo demostró.

Valentino empezó el año con un segundo puesto en Qatar, volvió a ganar una carrera el fin de semana de Assen tras 44 Grandes Premios de sequía y hasta final de año sumó otros 4 podios más, todos terceros puestos en Alemania, Estados Unidos, Aragón y Australia. Así, acabó cuarto de la clasificación general, nada mal para un retorno.

Al año siguiente volvió a subir el nivel y subiría al podio en 13 de las 18 carreras, sumando dos victorias en Misano, en territorio local, y en Phillip Island, seis segundos puestos en Losail, Jerez, Le Mans, Montmeló, Sepang y Valencia y cinco terceros en Mugello, Indianápolis, Brno, Silverstone y Motegi. Todo ello le llevó a ser subcampeón del mundo por primera vez desde 2006, aunque a bastante distancia de un intratable Marc Márquez. A pesar de que no pudo luchar por el título, las opciones para hacerlo en 2015 ya se estaban fraguando.

El Mundial de 2015: con la miel en los labios

Foto: MotoGP

Llegamos a una de las mejores temporadas que el Campeonato del Mundo de Velocidad ha contemplado en toda su historia. A una lucha a cuchillo entre dos pilotos a la que se acabó incorporando otro que fue decisivo y que tuvo de todo: peleas épicas, regularidad por un lado, velocidad por el otro, y una polémica que se llevó hasta el extremo y que también nos dejó imágenes que no querríamos ver en este deporte.

Nos estamos refiriendo, como no podía ser de otra manera, a la batalla que mantuvieron los pilotos de Yamaha por el título mundial: Jorge Lorenzo y el protagonista de nuestro artículo, Valentino Rossi. Fue el italiano quien arrancó el campeonato avisando de su gran nivel, venciendo en Qatar tras partir desde la octava posición en parrilla, finalizando en tercera posición en Estados Unidos y venciendo de nuevo en Argentina.

La carrera de Termas de Río Hondo fue, además, el primer episodio del otro gran enfrentamiento de la campaña: #46 vs #93, que hasta entonces se había caracterizado simplemente por no existir, pues la relación entre Rossi y Márquez, que venía de proclamarse campeón del mundo en los dos años anteriores, y en 2014 dando una auténtica exhibición, había sido de lo más cordial.

En territorio argentino, Il Dottore subió a lo más alto del podio y rindió un homenaje al ídolo local por excelencia, Diego Armando Maradona, tras ganar una carrera que se definió en un duelo entre él y Marc en la penúltima vuelta, después de que el italiano remontara una diferencia de más de 4 segundos a favor del español. Tras el adelantamiento decisivo, Rossi tocó a Márquez y este acabó por los suelos, algo que se sumó a un mal inicio de temporada del ilerdense, lastrado por su Honda, algo que en un futuro le quitaría todas las opciones de luchar por el título. La caja de los truenos se acababa de abrir.

Tras aquel episodio, fue el turno de Lorenzo. El mallorquín deslumbró y ganó las 4 siguientes carreras del campeonato: España, Francia, Italia y Cataluña, haciendo en todas ellas gala de su rapidez sobre la M1 y de su imbatibilidad marcando ritmos como si de un manómetro se tratase. Una auténtica bestialidad de racha que llegó a su fin en Assen.

La Catedral fue el territorio del segundo enfrentamiento entre maestro y alumno. Rossi y Márquez se volvieron a encontrar, otra vez en una lucha por la victoria, otra vez al final de una carrera. 7 vueltas de algunos adelantamientos y de estudio de movimientos dieron paso a un encontronazo en la última curva del circuito neerlandés.

Allí, Márquez decidió ir al límite al intentar adelantar a Valentino y le dejó un espacio prácticamente nulo, el transalpino tuvo que ir por la escapatoria de tierra y finalmente venció la carrera, ante las acusaciones del #93 de la ilegalidad del movimiento por ser fuera de la pista. Valentino conseguía así su tercera victoria del año, en una carrera en la que Lorenzo acabó tercero. El #46 se mantendría en cabeza del campeonato… y así lo haría hasta final de año.

Hasta antes de la gira asiática, Rossi conseguiría otra victoria, en Silverstone, además de cuatro terceros puestos. Solo faltaría a su cita con el podio en Misano. Por otra parte, su rival, el #99, ganaría en Brno y Aragón, pero no tendría la regularidad que sí tenía Valentino, y solo pudo conseguir un podio más, en Indianápolis.

Ya en Asia, la lucha se llevó a su máximo nivel a partir de Australia. En Phillip Island, en una de las mejores carreras que se recuerdan, Márquez ganaría en una batalla a cuatro bandas contra Lorenzo, Iannone y Rossi, que se quedaría fuera del podio. La prueba no pareció tener polémica… hasta que, una semana más tarde, Valentino afirmó que Márquez bajó el ritmo de la carrera deliberadamente para ayudar a Lorenzo, en una unión entre españoles para que el título fuera para su país en vez de para Italia.

Esto no pareció tener mucha repercusión en Marc, al menos hasta que llegó la carrera del domingo, cuando mantuvo una lucha sin cuartel ni descanso, agotadora, desquiciadora y para muchos premeditada, a modo de venganza, con Valentino Rossi por la tercera posición, a pesar de que el #93 contaba con el ritmo para ganar la carrera, algo por lo que luchaban Pedrosa y Lorenzo, que aventajaba en 11 puntos al #46.

Ante la presión de Márquez y de jugarse un ansiado décimo título, Rossi respondió de la peor manera: tras un primer aviso al español para que le dejara en paz, llegó un segundo en el que le cerró la trayectoria de la pista para echarle y reiterarle que acabara con aquella pelea. Márquez optó por hacer la curva y, en ese movimiento, Rossi soltó la pierna, en lo que mucha gente denominó una patada, y Marc terminó en el suelo.

Valentino finalizó tercero, pero Dirección de Carrera le sancionó con dos puntos en el carnet que le acarreaban salir último en la carrera final, en Valencia, donde se jugaba el título. En Cheste acabó cuarto, en una carrera tampoco exenta de polémica por sus acusaciones a Márquez, que marchaba segundo, de ni siquiera tratar de adelantar a Lorenzo, que lideraba la carrera, algo que abría la puerta a Pedrosa para intentar rebasar al mallorquín, una situación que le daría el título a Rossi.

Fue así como Valentino perdió su ansiado décimo título, un hito que aún busca. A pesar de que mucha gente le dio la razón al respecto de todo lo sucedido en aquella temporada, tanto en el paddock como entre la afición, otros se pusieron del lado de Márquez y Lorenzo, señalando de esa forma a la leyenda, y considerando que su historia quedaría empañada para siempre.

2017 y 2018: La crisis de los tres diapasones

Pasamos al final, por el momento, de la historia de Valentino, y toca hablar de los dos últimos años. Tras la salida de Jorge Lorenzo del equipo oficial de Yamaha, después de un 2016 marcado por la tensión entre ambos, en el que Rossi volvería a ser subcampeón del mundo por detrás de Márquez, sería Maverick Viñales, procedente de Suzuki, quien acompañaría al italiano en la otra M1.

El piloto de Roses realizaría una pretemporada absolutamente impresionante, dejándose mostrar mucho en los test. Posteriormente, ganaría las dos primeras carreras de la temporada, en Qatar y Argentina. Rossi aprovecharía su regularidad y se colocaría primero de la general en Austin, aguantaría en Jerez y perdería la posición en Le Mans, al caerse en pleno duelo contra Viñales, que vencería esa carrera.

Fue sin embargo en Jerez cuando en Yamaha sonaron las primeras alarmas. Tras una carrera marcada por el calor, en la que las M1 se comerían los neumáticos, Viñales acabó 6º y Rossi 8º. En condiciones similares, la marca de Iwata repitió pinchazo en Montmeló, con Rossi 8º y Viñales 10º. A pesar de que en Assen Valentino sería capaz de ganar, en el que es su último triunfo hasta la fecha, lo hizo en condiciones de frío, pero con temperaturas opuestas la moto sufría para ambos pilotos.

Foto: MotoGP

La electrónica pasaría a ser un quebradero de cabeza para Yamaha, que admitió quedarse atrás en lo referente al nuevo reglamento, que incluía una centralita única para todas las motos. Eso acercó a varios pilotos, incluidos algunos de fábrica, como Johann Zarco, que con la Yamaha del Tech 3 sacó los colores a los oficiales en más de un fin de semana.

Para colmo, Rossi se fracturó la pierna, como ya le sucedería en 2010, haciendo motocross, algo que complicó aún más las cosas, aunque tiró de garra para aparecer en Aragón y acabar quinto. Pese a la lesión y las condiciones de la moto finalizaría quinto el Mundial, mientras que Viñales fue tercero.

Con esta situación, Yamaha se plantó en 2018… pero las condiciones de la moto no mejoraron. Fallos a la hora de desarrollar la máquina y especialmente el motor volvieron a lastrar a la marca de los tres diapasones. Durante toda la temporada, las quejas de Rossi y Viñales fueron constantes y cada vez más claras hacia los mandatarios de Japón, a través de las cuales pidieron telemétricos especializados de Michelín para ayudar en el desgaste de los neumáticos, cambios en la electrónica o incluso en el seno del equipo…

En la segunda mitad del año Yamaha se mostró más en forma (Viñales rompió la sequía de victorias que superó a la que rompió Rossi en su llegada en 2003), pero aún parece lejos de lo necesario para luchar por todo este año, si bien es cierto que, con todas las adversidades, Valentino acabó tercero en la general del Mundial.

Mucho se ha hablado de si la mala situación de la fábrica de Iwata podría desembocar en una retirada prematura de Rossi, pero lo cierto es que el italiano mantiene las ganas y se ha conseguido sobreponer a este nuevo problema, ya con 40 años a sus espaldas. Todo eso invita también a pensar en que Valentino no dará su brazo a torcer y seguirá luchando por todo mientras tenga fuerzas, esté en buena forma y, sobre todo, siga disfrutando con lo que hace. Siguiendo esos parámetros… el adiós como piloto aún puede otearse lejano en el horizonte.

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