
Óscar Haro, quien ha sido la mano derecha de muchos pilotos en el paddock durante estos años, se despide del Mundial para dedicarse a su familia y a su negocio.
Una de las grandes pérdidas del paddock de MotoGP para la temporada que viene es la de Óscar Haro. Probablemente una de las ausencias que mas se pueden notar en un paddock que incluso en sus malos momentos ha aportado su propio toque de alegría. Durante años ha acompañado, entendido y enseñado a distintos campeones, una labor que ahora dejará para dedicarse en cuerpo y alma a su papel de padre. Antes de su marcha, el hasta ahora director deportivo del LCR Honda, ha ofrecido una entrevista a ‘Sport’.
Su trayectoria como director deportivo y asistente de grandes pilotos. «Yo, desde el primer día que me di cuenta de que no tenía madera de piloto, aunque iba rápido, sí, pero no para ganar, decidí que quería consagrar mi vida a estar junto a ellos, a ayudarles, a ser lo que ahora se llama su asistente. Además, mi familia era pobre, muy humilde, y tampoco me hubiesen podido ayudar«.
Como una familia. «Yo tengo un vínculo muy especial con los pilotos. Hay quien dice que hasta demasiado. Vale, sí, lo acepto. Es mi forma de ser, mi personalidad, y ellos se sienten cómodos conmigo. Yo, repito, no soy un piloto frustrado como son decenas y decenas de ingenieros, técnicos y mecánicos que hay en el ‘paddock’: yo soy lo que quería ser, su hombre de confianza. Y ellos lo saben. Y ellos lo notan«.
Como empezó todo. «Todo empezó cuando Lucio (Cecchinello, expiloto y dueño del equipo LCR de MotoGP) me contrató como mecánico y enseguida me vio con ese don de gentes y me dijo que le ayudase con los pilotos. Y, a partir de ahí, mi trabajo siempre ha estado vinculado al día a día de los pilotos, cuidarlos, estar encima de ellos, que no les falte nada, controlar su agenda, los eventos que tienen, si sufren accidentes estar con ellos…«.
Los pilotos, su familia. «El piloto clásico, el piloto base, el más común de todos, es un chaval egoísta, porque para ser campeón debes ser egoísta, egocéntrico y, eso sí, tremendamente competitivo. Yo he conocido cantidad de chavales, de pilotos, con un talento descomunal, que no han llegado a nada por ser solo, eso, buenísimos. Aquí, al final, tienes que sacar a un tío de la pista, le tienes que quitar el sitio en el mejor equipo. Es un deporte que eres tú contra todos. Este no es un deporte de equipo, no, esto no es fútbol ni baloncesto. Aquí sales a la pista y te la juegas tú solito contra los demás«.
Aunque, a veces, los mataría. «Pues sí son muy buena gente, aunque, a veces, los matarías pero, como los he visto llegar a todos, los quiero a todos. Cuando llegué, los héroes eran otros, los que había, y ahora son ellos. Recuerdo como si fuese hoy cuando Dani (Pedrosa) llegó de la Movistar Cup y era pequeñísimo y su padre me pidió que le echase una mano “porque, Óscar, tío, es muy pequeñito, no sabe idiomas y está un poco perdido”. Y eso me daba una satisfacción increíble, porque era un padre que te estaba confiando a su hijo. Y esa confianza se ha repetido con muchos padres«.
El riesgo, la peor parte de este deporte. «Mira, cuando yo empecé a hacer motocross, me di cuenta de que las caídas, las fracturas, las lesiones, formaban parte del juego, las veías como algo natural. Y lo dejé. Como te he dicho, no era para mí. Ahora, cuando a veces voy con ellos a hacer ‘dirt track’ o ‘supermotard’ y me doy un palo, ¡que me lo dois!, no quiero ver la moto en tres meses y ellos, in embargo, se levantan y van a por la moto para seguir. Es innato en ellos, pues lo que quieren es volver a subirse a la moto y ver dónde han fallado y rectificar la trazada de inmediato. Esa es la diferencia«.
No tienen miedo. «Cuando tú empiezas a correr ¡con tres años!, interiorizas todas esas caídas, esas lesiones, esas fracturas, no ves el peligro. Ellos no temen al riesgo porque han crecido con él. Y es que, en su progresión, se tienen que caer y se tienen que hacer daño. Lo hablaba con la madre de Jorge Martín, que este año se ha hecho mucho daño, y le decía esto es lo que hay, que es la única manera de aprender, de mejorar. Y, sí, es verdad, a veces los hay más fogosos que otros, pero Jorge pronto sabrá estar en su sitio. A Casey (Stoner), que todos reconoceremos que ha sido uno de los grandes, le tenía que calmar, que frenar, porque ‘Casey esto son casi 300 caballos’ y, a veces, su tremendo talento no le servía pues estaba loco perdido, no tenía medida. Era on-off«».
Se va pero no se va. «Sí, sí, abandono esta locura del Mundial y me voy con mi familia, me voy a ver crecer a la niña de mis ojos, a Lola, que tiene 20 meses, y a mi madre, a mi hermana y a mi esposa. Pero seguiré en los circuitos, en el Campeonato de España, con el equipo LaGlisse, que es una de las mejores canteras del mundo, ayudando a los niños que prepara Jaime Fernández-Avilés. Esto es una droga. El motociclismo me lo ha dado todo y yo quiero devolverle parte de lo que me ha dado«.
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