Nuestra vista tiene muchos defectos, pero conocerlos nos permite utilizar técnicas para ver el máximo posible mientras conducimos nuestra moto.
La semana pasada pudiste leer la primera parte de este artículo, donde poníamos sobre la mesa algunos de los defectos de la vista humana, y que impide que veamos las cosas tan bien y con tanto detalle como creemos. Entre ellos, la dificultad para percibir objetos que se mueven rápidamente, y el hecho de que sólo podemos ver con todo detalle el punto concreto en el que fijamos la mirada. Si tienes dos minutos, te invito a repasar lo que te contaba hace siete días.
La mirada periférica
Nuestro sentido de la vista tiene imperfecciones, pero también sabe ponerles remedio. Dispone de una característica muy interesante que funciona de lujo: la mirada periférica. Allí donde vemos todo borroso, podemos percibir cambios. Mira al frente y pon una mano cerca de la oreja mientras mueves los dedos. Los ves, ¿verdad? Si no fueran tuyos no sabrías muy bien lo que son, pero ahí están. ¿Y que es lo que hacemos instintivamente cuando la mirada periférica detecta algo? Mirar allí. Para obtener los detalles.
A veces es una situación incómoda. Seguro que te ha pasado. Estás en un bar o restaurante, y hay una tele encendida. Dará lo mismo lo poco que interese lo que estén echando, porque a todo aquel que tenga a tiro la pantalla, los ojos se le irán allí. Estamos programados así.
La mirada periférica se puede entrenar. Los pilotos profesionales lo hacen. Mientras a ti te asustan con el asunto del «efecto túnel» (y que jamás sufrirás a velocidades legales), ellos vuelan por encima de 300 km/h sin que les suponga un problema. Saben ver donde no miran. Y aquí está lo que probablemente no te ha contado nadie: y es que el efecto túnel tiene mucho más que ver con el cansancio y la falta de concentración que con la velocidad.
Esto es importante. Nunca dejes de concentrarte en los cambios periféricos aunque lleves un rato mirando a la carretera, al frente. Especialmente los espejos. Por eso es recomendable vestir colores fluorescentes en moto, pues facilita que el resto de conductores te vean (dirijan su mirada hacia ti) en cuanto ese bulto llame su atención periférica. Incluso llevando unas buenas y potentes luces, especialmente de día. Hacerse ver es una obligación.
Mira lejos sin dejar de mirar cerca
Cuando hablamos de la vista periférica solemos hacerlo en términos «laterales». Sin embargo, en moto, es clave mirar a lo lejos mientras no perdemos de vista lo que pasa delante de la rueda delantera. La moto tiene un curioso mecanismo que hace que siga la mirada del piloto. Difícil de explicar, pero así es. Todos los músculos de tu cuerpo se coordinan para girar el manillar y tumbar la moto para conseguir llevar la moto exactamente por el punto donde estás mirando.
Por eso, cuanto más lejos mires, más estable será la trazada. Si te concentras a pocos metros de tu moto, las microcorrecciones serán continuas, provocando una trazada errática y sobre todo, cansancio con el discurrir de los kilómetros.
Es fácil decirlo. Personalmente, es una de las técnicas que más me cuestan, y si no me doy cuenta, acabo mirando muy cerca, buscando defectos en el asfalto, gravilla, o cualquier cosa que pueda suponer un problema. Pero intento luchar conmigo mismo para mirar mucho más allá. Porque cuando lo consigo, ¡las curvas salen (y saben) mucho mejor!
El punto ciego
Los ojos tienen otro problemilla del que no somos conscientes, y es que tienen un punto ciego. Toda la información llega al cerebro a través del nervio óptico del ojo, que cruza la retina, el «sensor» donde se proyecta y recibe la luz. Pero justo en ese punto, el ojo no detecta nada. Es un defecto que se disimula gracias a tener un segundo ojo que debería cubrir ese agujero desde el otro lado, pero pueden darse circunstancias o patologías que hagan que no detectemos un objeto ubicado exactamente en el punto ciego.
En la siguiente imagen puedes comprobar la existencia del punto ciego. Cierra tu ojo derecho, mira la moto de la derecha con el izquierdo, acerca poco a poco tu cara a la pantalla, y habrá un punto en el que no verás la moto de la izquierda. Puedes hacer el experimento al revés. Lo curioso es que no ves el hueco oscuro. El cerebro vuelve a disimular los defectos y el fondo es perfectamente blanco, como el resto.
Nuestra mejor técnica: la mirada en barrido
Sin hablar de defectos como miopía, hipermetropía, estrabismo, ojo vago o falta de agudeza visual, tenemos una vista muy imperfecta, y es fundamental saber en qué falla para poder compensarlo con técnicas apropiadas que cubran sus errores. En muchas ocasiones, e incluso se ha convertido en conocidas campañas publicitarias en otros países, el mensaje es «mira dos veces». Así tienes el doble de posibilidades de ver un objeto o vehículo que no habías visto a la primera. Esto está muy bien, pero hay otra técnica mucho mejor y no tan conocida: la mirada «en barrido».
Es una práctica muy recomendable, especialmente al acercarse a las intersecciones. Llegas, te detienes si es necesario, miras hacia un lado, y en un movimiento ágil pero no demasiado rápido y estable, «barres» todo el escenario hasta el otro lado, tratando de obtener tantos puntos precisos como puedas. Ahora sí que lo has visto todo, los vehículos, los posibles peatones, todo. Tienes una imagen mental completa y el máximo de información para poder tomar la mejor decisión, si seguir adelante o esperar.
Como te decía, saber mirar es importantísimo para poder ver más. Y recuerda que también lleva una buena dosis de atención y concentración. Y esto, en moto, es imprescindible para volver todos los días a casa de una pieza.
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