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De los creadores de «la velocidad mata», llega «la velocidad te deja ciego»

25 Nov. 19 | 16:00
Visión lateral de una carretera a gran velocidad
Foto: Gonard Fluit

El «efecto túnel» existe, pero no es como nos lo han contado.

Con toda seguridad, has oído hablar del «efecto túnel», que no es otra cosa que una alteración sobre nuestro sentido de la vista que nos afecta cuando circulamos a velocidades muy elevadas.

Los animales cazadores disfrutan de una vista que les permite percibir nítidamente los movimientos rápidos, localizar una pequeña presa a gran distancia, o ver perfectamente en condiciones de poca luz, aunque sea en casi blanco y negro. Sin embargo, nosotros hemos heredado un sentido visual muy diferente. Tenemos la capacidad de detectar infinidad de colores y obtener información con enorme detalle al fijar la vista en un punto. Aunque alrededor de ese punto las cosas son difusas y además, los movimientos rápidos no los percibimos muy bien: siempre vemos la foto movida.

La vista de los humanos es imperfecta.

En definitiva, vemos genial, pero nuestra vista no está adaptada a las velocidades que en el último siglo nos han permitido alcanzar los vehículos que hoy en día conducimos. Es el sentido que más información nos aporta, pero no es perfecto, ni mucho menos. Hemos heredado de nuestros antepasados unas capacidades perceptivas propias de una especie que corría a pie detrás de sus presas y recogía frutos en árboles y arbustos. Al movernos a una velocidad mucho mayor, artificialmente adquirida, sufrimos ciertos inconvenientes, y uno de ellos es una limitación a la hora de percibir objetos a gran velocidad.

Los humanos sólo vemos de forma nítida en el punto exacto en el que fijamos los ojos. Y lo que está alrededor es menos concreto, está difuminado. Es lo que llamamos la «visión periférica». No percibimos todos los detalles, pero sí los cambios de imagen que se producen ahí fuera. Si ves algo que se mueve por un costado, no sabes lo que es, pero instintivamente, los ojos van a allí a buscar los detalles. El cerebro resuelve las limitaciones de los ojos. Suele hacerlo.

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La clave está en cómo funciona la vista periférica.

Mira hacia adelante, pon tus manos cerca de las orejas y mueve los dedos. Probablemente los ves, ¿verdad? Tu ángulo de visión es de unos 180º. Tu vista periférica funciona. Súbete en tu moto. Circula a 35, 50, 80 o 120 km/h. Mira fijamente hacia adelante y sigue de reojo cualquier objeto que se vaya acercando a ti, como una señal, un semáforo, una farola, un panel informativo, un árbol o un coche aparcado. Desde que esté lejos hasta que pase a tu lado. Lo verás en todo su recorrido hasta ti, igual que tus dedos. Y no te voy a pedir que vayas aún más rápido, a menos que te metas en un circuito.

Estas son algunas frases que he podido encontrar sobre el efecto túnel:

  • «A 65 km/h el ángulo de visión se reduce hasta los 70 grados».
  • «A 100 km/h el ángulo de visión periférica baja hasta los 42°, lo que limita la visión a elementos muy cercanos».
  • «A 130 km/h se produce el denominado efecto túnel, limitando la visión a 30°».
  • «A 150 km/h se produce el cataclismo perceptivo».

Sí, has leído bien: «cataclismo perceptivo». Dicho así, parece poco menos que nos quedamos ciegos, ¿verdad? ¿Qué opinarán al respecto los pilotos profesionales? ¿Realmente disputan carreras durante 40 minutos sin ver prácticamente nada? ¿Cómo demonios consiguen leer las pizarras que les muestran sus mecánicos en plena recta con el gas a fondo? ¿No será que la realidad es otra?

Los gráficos, vídeos e infografías que puedes encontrar en Internet sobre esta teoría de la ceguera cinética muestran un escenario de conducción simulado, con una especie de agujero de ángulo reducido en el centro, como la mirilla de la puerta de tu casa. El resto está borroso u oscuro. Pero no es así. Puedo asegurarte que a 180 km/h lo ves todo. Los muros y las escapatorias del circuito siguen ahí, visibles, aunque te centres en lo importante, la siguiente curva. ¿Alguna vez tú has sentido que dejabas de ver a los lados? Yo diría que no. Entonces, ¿por qué lo sugieren?

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Hay que tener respeto a la velocidad, no miedo.

La velocidad siempre ha sido satanizada, perseguida y rentabilizada. Sí, también ha sido y es la causa de muchísimos accidentes y fallecidos. Pero con un matiz. Se tiende a mezclar la «velocidad» con el «exceso de velocidad». La velocidad «ilegal» con la «inadecuada». Y son cosas totalmente diferentes. Nos han metido en la cabeza que la «velocidad» (sin matices) es peligrosa y poco a poco nos lo hemos creído. Pero se equivocaron con el mensaje, nadie habla de aprender a gestionarla, sino simplemente de evitarla. Para circular a una velocidad segura, hay que mirar a la carretera, no a la aguja. Ya no leemos la carretera, se nos ha olvidado. Obedecemos, no pensamos. Y para ser un buen conductor es imprescindible pensar.

Para aclarar el asunto nos hemos puesto en contacto con profesionales de opticosoptometristas.org. Sí, el efecto túnel existe, pero no es como nos dicen. De entrada no es apreciable a velocidades legales. Y más allá, la visión lateral no desaparece. Lo que ocurre es que los objetos pasan tan deprisa que el cerebro es incapaz de tomar referencias y calcular distancias entre ellos, pero no se pierde la visión. Y por supuesto, nada nos impide mover los ojos para buscar una visión nítida allí donde sea necesario. ¿Por qué nos dibujan esa mirilla, ese ángulo cerrado? ¿Es para meternos miedo?

Además, el «efecto túnel» es una cuestión perceptiva, por lo que es subjetiva, diferente para cada sujeto. No nos afecta por igual a todos, especialmente a los conductores que utilizan gafas, pues la corrección no cubre todo el campo visual. Y lo que es más importante, el efecto túnel se puede reducir mediante entrenamiento y ejercicios específicos, como por ejemplo, hacen los pilotos de velocidad.

Hay situaciones favorables en las que ir a 140 en una autopista puede ser seguro, y otras en las que hacerlo a 40 en una calle en ciudad es una temeridad. No es lo mismo circular por una vía rápida cerrada con valla metálica en todo su recorrido (y no me refiero a los guardarraíles) que por una calle compartida con peatones. Interpretar el escenario y los riesgos potenciales es fundamental para una conducción segura.

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La velocidad no es un número. Debemos saber capaces de administrar la velocidad, de adecuarla a las circunstancias. De respetarla, no temerla. Si alguien piensa que esto es un intento de blanqueo del exceso de velocidad, le invito a leer Cómprame una moto, donde podrá tener una impresión global sobre mi visión de lo que debería ser la Seguridad Vial en general, y de la gestión de la velocidad en particular, entre otros muchos temas.

¿Y si formáramos mejores conductores?

¿Cuál es el problema? Que no se potencia la educación, la formación y el entrenamiento de los conductores. Es mucho más fácil poner señales en todas las carreteras, en todas las curvas, y radares donde haya problemas. Se ha dado por tarea imposible conseguir que los conductores, uno a uno, interpreten el escenario y sepan calcular la mejor velocidad en función del estado de la vía, meteorología y tráfico, radio de la curva o proximidad de peatones. Se ha tirado la toalla.

El objetivo parece ser un conductor que obedezca sin rechistar y no piense por sí mismo, y por lo que parece, que sea temeroso de la velocidad, pero, querido lector, eso no va a funcionar. De hecho, los fallecidos vulnerables van en aumento, especialmente en entorno urbano. Justo donde el presunto efecto túnel es mínimo o nulo.

Soy un enamorado de los cursos de conducción segura. Mi consejo es que hagas un curso periódicamente, digamos cada dos o tres años. En moto, y por qué no, también en coche. Por desgracia, siento una cierta desconexión entre muchas entidades relacionadas con la Seguridad Vial y el mundo real. No esperes nada de ellas. Debes ser tú quien dé el paso. Tú eres el responsable de tu seguridad. Adelántante y mejora tu actitud y aptitud con ayuda de buenos instructores. Para que cuando te vengan con películas sobre cataclismos tú ya te hayas leído el libro, que era, como siempre, mucho mejor.

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