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¿La Nueva Movilidad era peatonalizar calles inventándose señales?

15 Jun. 20 | 16:00
Un paso de peatones antirreglamentario
Imagen cedida por PMSV

Las medidas tomadas para recuperar espacio para el peatón en nuestras ciudades no están a la altura de su intención, generando situaciones de peligro para motoristas, ciclistas y los propios peatones.

El pasado 25 de mayo, el Ayuntamiento de Logroño presentó su campaña #LogroñoCallesAbiertas, que incluye «mejoras» para proporcionar un mayor espacio a los peatones. Es sólo un ejemplo, es posible que en tu ciudad hayas visto algún plan similar, por ejemplo en Barcelona, que también está muy activa. La necesidad de mantener una distancia de seguridad y la insuficiente anchura de algunas aceras, y aprovechando que el confinamiento ha reducido espectacularmente el tráfico rodado, muchos consistorios se han lanzado a la aventura de invertir la situación y ceder las calles a los ciudadanos que se mueven a pie o en bicicleta.

Paso de peatones antirreglamentario en Logroño
Un paso de peatones, incluso bien ejecutado, es un sinsentido en una zona residencial o peatonal. (Imagen cedida por PMSV.)

Una estrategia a la que sería difícil poner ninguna pega, queda ensombrecida por algunas ejecuciones que además de ser un despropósito, se han llevado a cabo sin arreglo a la normativa vigente sobre señalización horizontal, concretamente el Reglamento General de Circulación y la Norma 8.2-IC de 1987, aprobada por el en aquel momento conocido como MOPU.

La importancia de conocer y respetar las normas

No cumplir la normativa de señalización establecida tiene varios importantes inconvenientes. En primer lugar, puede dar lugar a equívocos, es decir, que los usuarios no sepan lo que significa una determinada señal o que resulte ambigua. Además, puede no cumplir las condiciones mínimas de seguridad, en términos de visibilidad, reflexión de luz o de propiedades antideslizantes, entre otras. Resulta lógico que a un organismo con la facultad de financiarse mediante las sanciones impuestas a sus ciudadanos cuando estos no cumplen las normas, se le pueda reclamar un cumplimiento exquisito de las mismas.

Imagen de un paso de peatones antirreglamentario, con exceso de pintura
Respetar los pasos de peatones también es pintarlos correctamente. (Imagen cedida por Autoescuela Servando)

El paso de peatones «setentero»

Sin duda alguna, aunque en el caso de la capital riojana hay donde elegir, la joya del disparate está en el paso de peatones de la intersección entre las calles Fundición y Vitoria, descrito como «setentero» por algunos usuarios en las redes sociales. Es difícil describirlo. Aunque el Reglamento General de Circulación define claramente un paso de peatones como «una serie de líneas de gran anchura, dispuestas en bandas paralelas al eje de la calzada, formando un conjunto transversal a la misma», alguien debió de pensar que ingeniar un «paso de peatones en T» estaba a su alcance. A pesar de la normativa vigente. Caiga quien caiga. Literalmente.

Por desgracia, y esto lo sabemos bien los motoristas, la pintura resbala. Y no sólo lo sufren las motos. Las bicis y los peatones, a los que se pretende dirigir estas medidas, también caen en los pasos de peatones húmedos. Que la calle entera esté decorada con líneas transversales y de colores no aceptados en la normativa 8.2-IC casi es lo de menos. En otras calles incluso hay pasos de peatones azules, o pisadas de pintura blanca, como si los peatones hubieran dejado sus huellas como animales después de una nevada. Soluciones ocurrentes, pero sin soporte legal. Pero la pregunta es: si una zona, una calle entera, está señalizada con la indicación vertical S-28 de zona residencial, que implica prioridad peatonal e incluso permite juegos sobre la calzada, ¿para qué pintar un paso de peatones? No uno exagerado, peligroso y antirreglamentario como este. No. Uno normal.

La pintura siempre acaba resbalando. Siempre.

Cualquier motorista ha tenido una mala experiencia con la pintura. Por eso sabemos que hay que ir «siempre por lo negro». La respuesta oficial será la de siempre, que la pintura cumple las normas, que está homologada, que es antideslizante, etcétera. Por supuesto. Como ha ocurrido en este caso. Pero esa es una propiedad que se pierde con el tiempo y el paso de los vehículos y las inclemencias del tiempo, y no hace falta mucho. Por eso la prioridad debe ser utilizar la menor cantidad de pintura posible.

Los grupos de trabajo están infravalorados

Lo que más rabia da de todo esto es que dar espacio y prioridad a los peatones es una iniciativa magnífica, pero son varias las ciudades en las que se está tirando de una discutible creatividad o imaginación para llevarlas a cabo, olvidándose de que hay una normativa que debe cumplirse obligatoriamente. Ni el desconocimiento de la norma, ni tampoco las buenas intenciones, por muy buenas que sean estas, eximen de su cumplimiento. El problema de base es que se están buscando soluciones rápidas y económicas. Dar espacio al peatón supone alterar el escenario, el entorno vial, igualando la altura de aceras y pavimento. Y eso cuesta dinero. Muchísimo más que la pintura.

Fuentes consultadas aprecian problemas adicionales en esta intersección de la ciudad logroñesa, que ponen en peligro a los más vulnerables para evitar infracciones cometidas por los vehículos de cuatro ruedas. Una vez más pagarán justos por pecadores. Concretamente, se han instalado unos bolardos rígidos para que coches y furgonetas no puedan estacionar a los lados de la calle. Peligrosos por su rigidez, que en caso de caída de un vehículo de dos ruedas pueden provocar graves daños. Pero es que además, recuerdan estas fuentes, estos bolardos tienen una altura insuficiente, que según la Orden VIV/561/2010, de 1 de febrero, en atención a las «condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación para el acceso y utilización de los espacios públicos urbanizados» deberían tener un mínimo de 75 cm de altura (art.29).

Bolardo rígido de altura antirreglamentaria
Bolardo rígido y de altura insuficiente. (Imagen cedida por PMSV)

Como se ve, no sólo los motoristas, ciclistas o peatones tenemos algo que decir en las nuevas soluciones que se precisan en nuestras ciudades. También los colectivos de personas discapacitadas deben aportar sus necesidades y puntos de vista. Cumplir las normas a rajatabla no es siempre sencillo, los conductores lo sabemos bien, pero cualquier entidad pública debe hacer todo el esfuerzo posible para lograrlo, y desde luego, dejarse asesorar por diversos profesionales y asociaciones ciudadanas. Los Grupos de Trabajo son una necesidad para pactar y armonizar las mejores soluciones. ¿Que es un proceso más lento y dificultoso? ¿Que el mérito queda disuelto entre más entidades? Desde luego. Pero actuar en solitario ya vemos a lo que nos condena.

¿Dónde está la DGT?

En todo este embrollo que afecta a un buen número de ciudades, la DGT está desaparecida. No es un fenómeno nuevo. Alguien incumple el Reglamento General de Tráfico, pero si no se trata de un conductor al que poder rascarle el bolsillo, al parecer carece de importancia. En los últimos años hemos visto en nuestras ciudades pasos de peatones combinados con color rojo, azul, verde… Incluso los llamados «3D», que presuntamente tratan de simular que las franjas del paso de peatones «salen» del suelo y se han convertido en obstáculos, para así provocar un frenazo instintivo en los conductores.

Marcas viales que incumplen claramente la normativa, pero que ante el silencio del órgano máximo, se mantienen tal y como se perpetraron. ¿Que el artículo 168 dice que los pasos de peatones deben ser de color blanco y no pueden combinarse con otros colores? Da lo mismo. La mencionada pasividad incluso espolea a algunos responsables municipales, que alardean de su magnífica y antirreglamentaria hazaña. Lo he dicho muchas veces. Centrar el esfuerzo del control y vigilancia en el conductor y su vehículo, e ignorar silenciosamente las obligaciones de la administración en el ámbito de la Seguridad Vial es el camino más corto para conseguir que la sociedad piense que tras las sanciones no hay más que un afán recaudatorio, y que a la seguridad como tal le corresponde una prioridad secundaria. Insisto. Quien puede sancionarte económicamente por no cumplir la ley, debe guardar un estricto respeto por la misma.

En otras palabras, respetar los pasos de peatones no es sólo detenerse cuando un peatón pretende cruzarlo. Respetarlos es también pintarlos de acuerdo a las putas normas aprobadas en el Reglamento General de Circulación, pues como decía quien lo firmó en 2003, la ley es igual para todos. Y era alguien importante.

Busquemos grandes soluciones entre todos

Darle la calle al peatón no es pintar cuatro rayas en el suelo y a correr. Las soluciones deben ser seguras para todos los usuarios. Hablamos de alterar el entorno, hacer que la calle parezca de verdad peatonal. Que un vehículo entre en ella y su conductor perciba desde el primer momento que ahí pinta poco, que es un elemento extraño y el peatón es el que manda. La DGT publicó en 2019 el «Libro Estrategia T», donde se recogen múltiples ejemplos, también de otros países, de cómo enfrentarse al problema. Merece la pena dedicarle un tiempo a analizarlo.

Es un buen comienzo como referencia, pero siempre será una idea interesante que cualquier ayuntamiento que pretenda realizar cambios de calado, consulte con diferentes colectivos. Hay muchas asociaciones dispuestas a colaborar. Porque lo que para uno pueda parecer una estupenda idea, puede ser sumamente peligroso para otro. Puede que incluso no sea legal. Nadie dijo que el trabajo en equipo fuera fácil, pero seguro que dará mejores frutos que coger unos cubos de pintura y pintarrajear cuatro calles y para llevarse un dudoso mérito en nombre de la Nueva Movilidad.

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