
Superbikes y el peso mínimo que hace máxima la injusticia
Hay decisiones en el deporte que nacen con buena intención y terminan convirtiéndose en caricaturas de sí mismas. La norma del lastre en el Mundial de Superbike es una de ellas. Sobre el papel, suena lógica: “equilibrar” el rendimiento compensando la diferencia de peso entre pilotos. En la práctica, lo que hace es penalizar a los más livianos, a los que por genética o constitución no alcanzan los 80 kilos establecidos como referencia.
La norma es simple y absurda a partes iguales: cualquier piloto por debajo de ese peso debe añadir medio kilo por cada kilo que le falte, hasta un máximo de diez. Es decir, un piloto de 70 kilos con todo el equipo encima debe correr con cinco kilos extra de lastre. En un campeonato donde las diferencias se miden en milésimas y el control de la moto se basa en sensibilidad, equilibrio y precisión, ese lastre no es una anécdota. Es una losa.
Una norma que castiga al que gana
El caso de Álvaro Bautista lo resume todo. Tras dos títulos consecutivos con Ducati, la llamada “ley anti-Bautista” llegó como respuesta a su dominio. Desde entonces, el español compite con un lastre que ronda los siete kilos. Y lo hace en un paddock donde todos saben que esa norma no equilibra nada: sólo castiga al más ligero por serlo.
Lo más sangrante es que el argumento técnico se desmonta solo. Las motos de Superbikes pesan alrededor de 170 kilos. Añadir varios kilos al piloto altera el comportamiento de frenada, la transferencia de pesos y la gestión del neumático. Bautista lo ha explicado con claridad: una moto más pesada se detiene más tarde, genera más inercia y multiplica los riesgos en una caída. En un campeonato donde ya se rozan los límites físicos en cada curva, esta norma no aporta justicia, sino inseguridad.

El doble rasero del reglamento
Honestamente debo decir que además tengo esa sensación de que en el fondo pueda existir un doble rasero. Si el afectado fuese un fenómeno mediático como Toprak Razgatlıoğlu, o si en el futuro llegase y esto es simplemente un ejemplo, un talento como Pedro Acosta a Superbikes y se encontrase con esta regla, ¿seguiría en vigor? Cuesta creerlo. Hay normas que sólo sobreviven mientras afectan a quien conviene.
El propio Bautista, siempre contenido, ha pasado de la resignación a la acción. Ha recogido firmas entre sus compañeros, todos, menos uno, para que Dorna revise la norma. Y no lo hace por ego ni por ventaja competitiva, sino por coherencia. Por un principio básico: que el físico natural de un piloto no debería ser un factor de penalización.
Superbike se enorgullece de ser una categoría de equilibrio entre hombre y máquina. Pero el equilibrio no puede construirse a costa del piloto. El talento no pesa, y si lo hace, que sea en resultados, no en kilos añadidos.
Cuando el talento se convierte en problema
La llamada “ley anti-Bautista” es el reflejo de una vieja tentación del deporte: cuando alguien destaca demasiado, la solución no es elevar el nivel de los demás, sino ponerle peso al que va delante. Es más fácil frenar al que gana que empujar al que no llega, como he dicho muchas veces, la sensación es de premiar la mediocridad y perjudicar al que lo hace bien.
Y lo peor es que ese tipo de decisiones, envueltas en tecnicismos y ecuaciones, tienen un denominador común: cuando el talento se convierte en problema, el reglamento se convierte en trampa.
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