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MOTOSAN | MOTOGP, MOTOCICLISMO Y COMPETICIÓN. "Life is Racing"

La temporada que forjó a Doohan

8 Abr. 19 | 17:00
Fuente: motogp.com

La trayectoria de Mick Doohan da para mucho. Siendo uno de los pilotos más admirados del motociclismo son numerosas las paradas que pueden hacerse en su carrera. Una de ellas es la temporada del ’89, su debut en 500cc, donde el australiano se construyó a sí mismo para convertirse en la presente leyenda.

El paso del tiempo es caprichoso. Es fugaz y a la vez te convierte en eterno. Los pilotos dan cuenta de ello y, si en la pista es enemigo, luego es el mismo que te coloca la etiqueta de ‘leyenda’. Y que te recuerda. Es, eso sí, una etiqueta para unos pocos, mérito propio de talentos predilectos. En una cuenta atrás, este año hace treinta del estreno de uno de ellos. 1989 en Suzuka, 500cc y un chaval de 23 años llamado Mick Doohan.

Entonces ya allí probó en su propia piel la dureza de la categoría y el porqué de la fama que le predecía. No fueron unos inicios fáciles, pero sí supo darle la vuelta como nadie. La pretemporada estuvo llena de caídas donde cada una de ellas fue seña de que lo que tenía entre manos no era una moto cualquiera ni se parecía a nada que hubiera probado antes. Así lo certifica el propio Doohan para Australian Motorcycle News: “Fue como ‘wow, así que esto es lo que llaman una moto, ¿no?’ Me di cuenta de que la Honda no era como la Yamaha [que es lo que había pilotado antes]. La Yamaha era solo otra moto, mientras que la Honda definitivamente no lo era”.

Aquella NSR sería para el australiano la moto más difícil que llevaría nunca, aún hoy lo piensa. Pero también fue con la que se curtió y con la que cambió la actitud que lo haría con el tiempo campeón: “Fue como una llamada de atención”, resuelve. Sus comienzos ya en temporada seguirían la misma línea, rodando al límite y encontrando casi siempre la caída. Pero incluso en esas circunstancias se vislumbraban en él destellos de promesa. Un hecho nada fácil viendo el equipo de ensueño compuesto por Honda, en el que debía erigirse frente a Eddie Lawson y Wayne Gardner como compañeros de equipo. Nada más y nada menos.

Esta misma temporada, en su tierra, en Phillip Island, incluso llegó a dudar de sí mismo y de si estaba haciendo lo correcto. Tras una caída y verse el dedo destrozado fue más de un pensamiento lo que le vino a la mente: “En ese momento pensé, ¿qué demonios estoy haciendo aquí? Tal vez estoy inmerso en algo demasiado profundo. Me di cuenta de que estaba en un campo de juego completamente distinto, donde todos eran rápidos y fuertes. Realmente no había sufrido hasta entonces. Pensé en todo y decidí seguir adelante”.

Fue entonces cuando comprendió a la perfección unas palabras de Lawson la primera vez que lo conoció: “La primera vez que conocí a Eddie Lawson me dijo que mucha gente puede llegar rápido con una 500 al instante, pero luego tienen uno, dos y tres accidentes y dan un gran paso hacia atrás. Aquello se le quedó grabado a fuego, y en los que respecta al mundillo aún le resuena en su cabeza: “En las carreras nunca he escuchado una palabra más verdadera”.

1989, año en el que Doohan consigue su quinto título mundial/Fuente: motogp.com

Un cambio decisivo

El impulso moral que necesitaba le llegó en Hockenheim, donde el trazado alemán y sus largas rectas le auparon hasta el podio, junto a Wayne Rainey (ganador de aquella carrera) y Lawson. “Al menos tengo un podio si no consigo nada más”, fue lo que pensó Doohan, inconsciente de todo lo que lograría.

En ese camino de autoconocimiento llegó el gran punto de inflexión. Una fuerte caída en las 8 horas de Suzuka le forzó a tomarse un descanso obligado. Ese “retiro” le hizo cambiar y abrir los ojos: “Nunca había corrido bajo ninguna presión antes del ’89 y me estaba preocupando. Esto fue una verdadera llamada de atención. Necesitaba cambiar mi estilo de vida”.

En este instante descubrió que el talento no era suficiente para llegar a ser alguien, ni siquiera para competir al máximo nivel: “Estaba teniendo una gran crisis en mí mismo. Decidí que haría las carreras al 100%, así que o me dedicaba a ello o sabría que no era lo suficientemente bueno. Ahí es cuando comenzó realmente mi actividad física. Corrí todos los días para perder peso”. Y lo relata con una última frase contundente: “En el fondo sabía que el talento no era suficiente, tenía que hacer algunos sacrificios”.

Así fue como el piloto australiano en una primera temporada en el que se encontraba perdido y a lomos de una Honda desbocada quedó noveno en el campeonato. Aunque lo más importante fue que todo lo vivido fue un cúmulo de lecciones que forjaron al Doohan de los récords. ‘El trueno de Brisbane’, como le apodarían después, conquistó cinco títulos mundiales consecutivos entre 1994 y 1998. Una tiranía labrada con mano de hierro y convirtiéndose entonces, por estadística, en el segundo mejor de la historia tras Giacomo Agostini. Aquel al que en sus inicios comparaban constantemente con sus compañeros de equipo, siendo solo una sombra, se convirtió en referencia y, hoy, en leyenda.

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