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Kevin Schwantz: “Cuando veo a Dios, sé que es el momento de frenar”

29 Ene. 18 | 17:40

Kevin Schwantz llegaba a la cita alemana en el circuito de Hockenheim, con la obligación de ganar y recortar puntos al hasta entonces líder Mick Doohan. Corríamos la temporada 1991. En la rapidísima pista germana, con medias de velocidad superiores a los 200 kilómetros por hora, las Honda eran siempre las máquinas a seguir, y ya en entrenamientos el australiano Doohan, se hacía con la pole.

Llegó el domingo y el semáforo se puso verde. En la salida, Doohan y Rainey tomaban la cabeza, seguidos por Lawson y Gardner. Schwantz, tras un malísimo arranque se encontraba en medio del pelotón. Arriesgando como él solo sabía, aprovechó el rebufo de sus rivales para empezar la remontada, colocándose cuarto en el primer paso por meta.

Rainey intentó la escapada, pero pronto vio que Doohan y su Honda eran los que debían encabezar la prueba. Tras un susto, el campeón en título, cedió algo de terreno respecto a Doohan, cosa que facilitó el grandísimo esfuerzo de Schwantz para enganchar con ellos. Iba a ser cosa de tres.

Con Lawson y Gardner rezagados, la carrera se convirtió en un trío en el que se puso de manifiesto el poderío de la Honda. La velocidad punta, seña de identidad de la casa alada. Tras Doohan se colocaba la Yamaha de Rainey y casi siempre el último del grupo, Kevin Schwantz y su Suzuki.

Viendo la carencia de velocidad en su moto, parecía tarea imposible para el “34” ganar aquel día, pero entonces ocurrió lo inesperado. A falta de pocas vueltas para acabar, antes de la segunda chicane rápida, algo se desprendió del interior de la moto de Doohan, una especie de fibra que quedó en el césped a pie de pista. Poco después el motor del australiano bajó su rendimiento quedando descolgado del duo de cabeza.

Comenzaba el duelo: Schwantz y Rainey cara a cara como tantas veces. Wayne llevaba la iniciativa, pero Kevin aguantaba el envite. Los dos exprimían sus máquinas en cada interminable recta, se retorcían sobre ellas en la salida de cada curva, levantándola lo más rápidamente posible, derrapando lo indecible para intentar avanzar antes que el rival.

Llegamos a la última vuelta, Rainey delante y Schwantz detrás. En las largas rectas se encontraron a un doblado, uno le esquivó por fuera y el otro por dentro. En ese momento Rainey puso en práctica lo que había planeado fríamente: “Si dejo pasar a Schwantz en la parte rápida, podré adelantarlo por velocidad tras la última chicane, antes de llegar al Motordrome* (parte final del circuito con muchas curvas entrelazadas donde es casi imposible adelantar). El año anterior esa misma estrategia le sirvió para derrotar a Lawson, así que de nuevo lo puso en práctica. Antes de la segunda chicane rápida, Wayne deja pasar a Kevin. El de Suzuki encaraba la última recta larga con una moto con menos velocidad punta y con Rainey en su rebufo. Como era lógico, el de Yamaha adelantó a Schwantz pero no sin contar que su rival le haría sufrir una de las mejores apuradas de frenada de la historia.

Tras verse rebasado en la recta, Schwantz de inmediato se tiró al interior de la curva, frenando su moto de delante y de atrás en los límites de la física. La moto pareció descontrolarse de un lado hacia el otro dejando la marca de los neumáticos por el asfalto. En aquel abanico el tejano sabía que o entraba primero en la curva o ambos se iban al suelo… ¡Entraron emparejados!

Schwantz echó una mirada a Rainey, pensaba que su rival le pasaría porque ante tal jugada había salido de la curva con una marcha incorrecta. Pese a ello, en el siguiente viraje, donde su rival llegaba con el interior tomado, el 34 volvió a soltar los frenos para coger el sitio… “¡Rainey ha tirado la toalla!” – Gritaba Ángel Nieto.

El “Motordrome” aullaba ante el espectáculo. Las últimas curvas hasta la meta, sinuosas, en las que un adelantamiento se hace casi imposible, fue el aliento contenido previo al estallido de una salida a meta con ambos pilotos derrapando y entrando separados por 16 milésimas.

Aquel día Schwantz llevó el arte de apurar la frenada a un límite impensable, cuando vio a Dios entre él y Rainey frenó con todo el alma para conseguir una victoria que supuso mucho más que 20 puntos. Le hicieron ser leyenda.

Aquí os dejo el vídeo de la última vuelta… ¡Disfrutadlo!

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Jesús Sánchez Santos @JesSanSan