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Cómo reducir la siniestralidad; episodio 5: Más controles de alcohol y drogas

21 Jun. 21 | 16:00
Un grupo de amigas sujetan unas copas con bebidas alcohólicas
Foto: Kelsey Chance

Los controles es un método ya conocido, pero, ¿se hacen los suficientes?

Es una pregunta con truco. Por supuesto que no son suficientes. Mañana martes finalizará una de esas campañas intensivas que realiza periódicamente la Dirección General de Tráfico. Después informarán de cuántas pruebas se han realizado y cuántas de ellas dieron positivo. Estas campañas, como su nombre indica, son una buena herramienta para que los medios de comunicación se hagan eco y los conductores tengamos la sensación de que se hacen estos controles.

Sin embargo, la realidad es que se hacen poquísimos. Según datos de la DGT, el 43% de los fallecidos en un accidente de tráfico en 2018 dieron positivo en alcohol, drogas o psicofármacos. Se estima que en una tercera parte de los accidentes mortales el exceso de velocidad es un factor concurrente. Parecen, haciendo una comparación grosera, que parecen dos motivos con una fuerte incidencia en los accidentes, ¿verdad?

¿Serías capaz de calcular por cuántos radares has pasado en los últimos 5 años? ¿Habrán sido cientos? ¿Quizá miles? Y sin embargo, ¿cuántas veces has soplado en esos 5 años? Para ser dos factores de peso similar, ¿no está un poquito descompensada la vigilancia de la velocidad respecto del alcohol y las drogas?

Apenas se hacen controles

Cuando circulas más rápido de lo debido por delante de un cinemómetro fijo se pone en marcha un mecanismo automático que hace que te llegue una carta a tu domicilio con un amable texto y facilidades de pago, sin apenas interacción de un humano. Incluso con un descuento del 50% para que no te sientas tentado de protestar. En cambio, un control de alcohol y drogas supone un considerable montaje, con varios agentes dedicados, material para las pruebas y posterior análisis en un laboratorio. Nada que ver.

Esta es una posible explicación para lo que está ocurriendo. Además, en 2020 se realizaron menos pruebas, y en 2021 volverá a ocurrir. El propio Pere Navarro lo anunció, afirmando en el Congreso de los Diputados que con la pandemia «lo de soplar tiene su intríngulis». Es evidente que se están haciendo muy pocos tests de alcohol y drogas para la incidencia y repercusión que tienen en la accidentalidad.

Reducir el alcohol en carretera implica encontrarse muchos más controles

La reducción de velocidad en general que han logrado las autoridades ha tenido mucho que ver con los miles de radares instalados en carreteras y ciudades, las cosas como son. Y conseguir que cada vez menos gente circule bajo la influencia de alcohol y otras sustancias sólo se podrá lograr mediante los controles. En el momento en que sean ubícuos, que te los puedas encontrar en cualquier sitio y a cualquier hora, es cuando los irresponsables que circulan así empiecen a dejar de hacerlo.

En mi opinión, la ausencia casi total de controles, junto con la baja concienciación en Seguridad Vial, es la culpable de que tantos conductores circulen en estas condiciones. No es un porcentaje alto, desde luego, pero sí relevante. Montar controles para no encontrar a nadie infringiendo la ley no va a recaudar dinero, pero sí vidas. Es una pena que tenga que ser así, pero es el miedo a toparse con un control en cualquier momento el que va a sacar a estos conductores de la carretera. Y los motoristas, junto con ciclistas y peatones, seremos los más beneficiados, como colectivos vulnerables.

La tasa 0,0 y el doble rasero con el alcohol

En muchas ocasiones se utiliza el argumento de la única tasa segura es la 0,0. ¿Por qué entonces no se elimina ese margen legal hasta 0,25 g/l en aire? La experiencia en los países donde no hay ninguna tolerancia indica que no tiene un gran efecto disuasorio. La realidad es que el alcohol afecta desde el primer trago, aunque sea reduciendo la capacidad de percibir el riesgo, de ahí esa típica agresividad y aumento de la velocidad a pesar de mantener aún la capacidad de reacción y reflejos. Pero el problema gordo viene con los conductores que superan ampliamente la tasa legal. Más del 70% de los fallecidos «positivos» superaban la tasa penal de 0,60 g/l en aire, lo que es una barbaridad.

En definitiva, si se quiere terminar con el alcohol y las drogas al volante (y también al manillar), no hay otra solución que ver controles de forma muchísimo más frecuente que la actual. Para ello será necesario reforzar los equipos de los diversos cuerpos de seguridad y sus medios. Pero mientras esto no ocurra, el número de conductores borrachos y drogados seguirá aumentando, para desgracia de las estadísticas y de quien se cruce con ellos.

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