Valentino Rossi se retiró de MotoGP como una gran leyenda. Su pasión por este deporte viene inculcada desde la cuna y es que por su padre Graziano, vivió el aroma del paddock siendo un bebé.
El motociclismo es una pasión con la que se adquiere o con la que se nace. Haberlo vivido “desde la cuna” es un plus cuando de verdad amas lo que haces y en este caso llegamos a una de las razones de por qué es tan grande Valentino Rossi. Su padre, Graziano, era piloto mundialista cuando nació “Vale” en 1979, siendo una figura clave para el nueve veces campeón del Mundo.
Graziano Rossi, (14 de marzo de 1954 en Pésaro – Italia) es recordado en sus años como piloto en activo por su valentía y las lesiones que le apartaron de la competición. De la misma generación deportiva que Ferrari, Lucchinelli o Uncini, era uno de los encargados de realizar la difícil tarea de reverdecer laureles de grandes campeones italianos como Giacomo Agostini.
Debutaría en el Gran Premio de las Naciones de 1977, donde acabó fuera de los puntos en 13ª posición. En aquel momento, sólo sumaban los 10 mejores pilotos de cada categoría, no los 15 como ocurre hoy en día en MotoGP. Su primera temporada en serio, pese a perderse las tres primeras citas, fue en 1978 con una Suzuki de 500cc.
Sumaría puntos en Paul Ricard e Imatra, para acabar 16º. La temporada de 1979, justo el año que nació su hijo Valentino, fue la mejor para Graziano. Combinaba la categoría de 500cc, con Suzuki, con la de 250cc con Morbidelli. En la categoría del cuatro de litro conseguiría tres victorias, la primera de su carrera deportiva en Rijeka (Yugoslavia). Acabó tercero el Mundial, fue el primero “de la otra liga” detrás de las intocables Kawasaki oficiales de Hansford y Ballington.
Graziano vio cumplirse su sueño a través de Valentino
Y pudo haber sido mejor. Las Morbidelli empezaron la temporada con un nuevo chasis que buscaba dar un paso adelante. Aquello fue un desastre y tras varios carreras tuvieron que volver al de 1978, justo cuando Graziano empezó a ganar y a lograr podios. Si hubieran empezado el año con el antiguo chasis, Rossi podría haber sido campeón de 250cc.
En 1980 le llega su mejor oportunidad en la categoría reina, en una proyección de que por talento podría llegar muy arriba. Con una Suzuki 500RG competitiva junto a Marco Lucchinelli de compañero, empezaría el año con podio en Italia en 500cc. Poco después repetiría en Assen, manteniendo una regularidad que le ponía en la “pomada” por la corona, pero una lesión marcaría el inicio del final de su carrera deportiva. Se perdió los últimos Grandes Premios y pese a todo, acabaría quinto en 500cc.
A partir de 1981 no volvió a ser el mismo, había quedado muy marcado psicológicamente por las lesiones sufridas y ya no volvería a puntuar. Otra grave lesión en 1982 ponía fin a su carrera deportiva. A partir de entonces se centró en su hijo Valentino, empezando por las carreras de karting y después las minimoto. El padre que no pudo cumplir un sueño, pero apoyó e inculcó el amor por el motociclismo a su hijo. Graziano es una figura clave en MotoGP, sin él Valentino no sería la leyenda en la que se ha convertido.
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