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MOTOSAN | MOTOGP, MOTOCICLISMO Y COMPETICIÓN. "Life is Racing"

De aficionados y fans

16 Mar. 19 | 22:00
Foto: Michelin

Aunque probablemente estos dos términos se puedan usar como sinónimos, cuando por ejemplo decimos que uno es fan de las motos o aficionado a las motos, creo que muchos de nosotros lo usamos la mayoría de las veces con diferente significado. La clave está en la preposición que acompaña a ambos términos: fan “de” y aficionado “a”.

Aunque también hay excepciones, lo más corriente es que el “de” que acompaña a “fan” se refiera a una persona o grupo de personas mientras que el “a” que acompaña a “aficionado” se refiera a una actividad. De aquí que, por ejemplo, se sea fan de el Fari y aficionado a la copla o fan de los Rolling Stones y aficionado al rock.

Si rebuscamos en la etimología de las palabras (¿hay un lingüista en la sala?), “fan” es una palabra inglesa que deriva de “fanatic”, es decir, que sigue con mucha intensidad a alguien. Mientras que “aficionado” viene de “afición”, que procede del latín, y significa algo así como tener gusto (ad-) por una acción (facer) o actividad.

She loves you yeah, yeah, yeah…

El fenómeno fan, aunque existente desde los ’50 en personajes como Elvis, explota en los años ’60 con los Beatles. Todos hemos visto imágenes de las chicas desesperadas por la sola aparición de John, Paul, George y Ringo, hasta el punto de la catarsis. Los Rolling Stones, los Beach Boys y tantos otros grupos de la época tenían legiones de seguidor@s que los acompañaban por todas partes dando muestras de este fanatismo que definía su nombre.

En el mundo del deporte, el fanático se hace especialmente visible en el fútbol, aunque en este deporte se suelen usar otros término como hincha en español, supporter en inglés o tifosi en italiano. Todos sabemos lo que se genera en los fondos correspondientes de los estadios de fútbol y creo que todos estaréis conmigo en que no lo queremos en los circuitos.

Foto: Anthony Delanoix

En el motociclismo los fans no han aparecido hasta hace poco. Aunque se pueden buscar antecedentes en los años 70, por ejemplo en Barry Sheene, no creo sembrar ninguna polémica si sitúo en Valentino Rossi el origen del fenómeno en el mundo de las dos ruedas. Sus disfraces y celebraciones, su irreverencia y cercanía, sus victorias y su visión del marketing, hicieron que los circuitos se llevaran de camisetas amarillas y de gorras con el 46 como signos evidentes de un cambio de paradigma en el aficionado al motociclismo. Pronto los fans se unieron en clubs que se reunían en los GP en gradas monocolor dando un aspecto nuevo a nuestro deporte.

The times they are a-changin…

Pero todo comienzo conlleva un fin. Poco a poco, el antiguo aficionado al motociclismo, aquel que disfrutaba de una carrera independientemente de quien ganara, fue cediendo terreno al fan, que solo pretendía que ganara su piloto, al margen de si había triunfado por mérito propio o por demérito de los demás. No es que el antiguo aficionado no tuviera favoritos, que los tenía, pero era capaz de ver cuándo otro había hecho una gran carrera y había merecido la victoria.

Esta nueva situación, no supondría un problema grave si no fuera por un daño colateral derivado del fanatismo. Un piloto, desde su punto de vista, tiene rivales, pero desde la perspectiva de un fan tiene enemigos. Cierto es que algunas rivalidades han superado los límites, como aquella surgida entre Kenny Roberts y Freddie Spencer en Anderstorp, en 1983. Pero ahora la enemistad está en el público y entre el público. El fan va a ver la carrera, no solo queriendo que su piloto gane en cualquier situación, sino deseando que el enemigo pierde aunque sea cayendo. De aquí a desear que se lesione va un pequeño paso.

Para los fans de Rossi el primer enemigo fue Biaggi. Todo aficionado al motociclismo disfrutó de la carrera inaugural de la temporada 2004 con la épica victoria de Rossi en Welkom el día de su primera carrera con Yamaha. Esos aficionados, seguidores de Rossi o no, aplaudieron al de Tavullia, pero también el romano que en ningún momento dio la carrera por pedida. Pero ningún aficionado, seguidor de Rossi o no, se alegró ni disfrutó del feo affair con Max en la sala previa al podio de Montmeló unos años antes. Algunos de sus fans si disfrutaron.

Foto: MotoGP.com

Y bailaré sobre tu tumba…

Pero el camino hacia el lado oscuro aún no estaba completado. Situados en una pendiente resbaladiza, pasamos de seguir a adorar, de desear que el nuestro gane a desear que el contrario pierda, de amar a odiar. El paso se completa y el fan se convierte en hater. Ahora ya no es necesario que nuestro piloto gane, basta con que el enemigo pierda. El nuevo Darth Hater puebla las gradas, y aunque ciertos fans de Rossi fueron los primeros (contra Max o Sete), el fenómeno alcanzó su punto álgido después de “la patada”.

Foto motogp.com

Desde el GP de Sepang de 2015, Darth Hater domina la galaxia motociclista. Desde ese día, fanáticos de uno y otro bando, porque ahora hay bandos, usan la palabra por excelencia del lado oscuro: asco. El asco es una emoción que genera sentimientos desagradables máximos. El asco lo dispara la carne en descomposición, las heces, el vómito. ¿El piloto rival?

Odio, asco… arde Twitter.

Se nos va de las manos.

No das tu opinión, impartes tu bendición…

La cosa no puede ser más grave, pero si más grande y ahí es donde entra el juego la retransmisión televisiva de las carreras de motos. Desde los tiempos de los monos negros (Dennis Noyes dixit) y el NODO, se ha fomentado al piloto local sobre el foráneo. Ángel Nieto no era un gran piloto, ni si quiera un campeón, era un héroe nacional que se usaba de exaltación del orgullo patrio. Valentín Requena destacaba a Alex Crivillé, pero nunca estuvo en contra de Doohan. Ver ganar a un español era extraño, y se destacaba como algo heroico, pero ahora es normal y proporciona una especie de superioridad desde la que mirar al forastero. La relación entre el asco y lo de fuera no es buena.

El periodismo actual, ha futbolizado el motociclismo. La narración de una carrera parece sacada de una tarde radiofónica de domingo ¡Solo falta la referencia a los puritos! La diferencia entre los nuestros y los demás facilita que el televidente siga la peligrosa trayectoria que partiendo del aficionado-seguidor evolucionó al fan y camina hacia el hater. Facilita el paso al lado oscuro. Los chavales de hoy maman esa forma de ver las carreras desde que empiezan a verlas con sus padres.

Pero no todos nos subimos al tren del odio, no todos queremos el camino rápido y atractivo del lado oscuro. Muchos seguimos en las dunas de Tatooine sin acercarnos si quiera a Mos Esley. Larga vida al aficionado.