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El don y el sudor: ¿qué valoramos de los pilotos?

3 May. 19 | 22:02
Foto: www.motogp.com

Decimos de algunos pilotos, como de Márquez, que tiene un don. Decimos de otros, como de Dovizioso, que es un trabajador. Admiramos a Andrea, idolatramos a Marc. ¿Por qué?

Según el diccionario de la RAE, un don, en su acepción más habitual, “es una gracia especial o habilidad para hacer algo”. Es por lo tanto, o se puede usar como, un sinónimo de talento. Según se infiere de la definición, aunque no lo dice expresamente, no es algo que se adquiera, sino que se tiene, por consiguiente hace referencia a una habilidad innata para hacer algo.

Aunque, en principio, se puede usar para casi cualquier tarea, nos solemos referir a acciones, es más, a acciones que son difíciles de llevar a cabo y que requieren de mucho esfuerzo para aquellos que no tienen esa habilidad. Así, nadie dice que tal o cual persona tiene un don para atarse los zapatos, tender la ropa, subir las escaleras o pelar naranjas, pero sí que tiene ese talento especial para cantar, escribir poesía, jugar al tenis o montar en moto.

Es por tanto, esa capacidad de poder hacer algo bien, con facilidad, como si no costara esfuerzo de ningún tipo, lo que catalogamos dentro de la idea de don, y siempre lo relacionamos con aquellas actividades que, a los que no poseemos esas gracias, nos cuesta un triunfo acercarnos para hacerlo, como mucho, correctamente. Es lo que distingue a un artista de un artesano.

Todo está en los genes

Esta capacidad, como apunté un poco más atrás, es innata, por lo que como nos dice la biología, está codificada en el mapa genético de la persona en cuestión. Aunque la prensa generalista tiende a hablar del gen para tal cosa, hace tiempo sabemos que esto no es así. No existe el gen del buen cantar o del buen componer, como no existen de la ludopatía o de la fidelidad ni para ningún otro comportamiento concreto. No obstante, existen combinaciones genéticas determinadas que otorgan a quien las posee un potencial para cierto aspecto de la vida. Con potencial no quiero decir bueno ni malo, sino que tiene la predisposición a ser de tal o cual manera. Después hay que desarrollar ese potencial.

De Miguel Induráin, por ejemplo, se puede decir que tenía (bueno, tenerla la sigue teniendo) una constitución física, derivada de su composición genética, que le proporciona un tipo de musculatura y capacidad aeróbica inmejorables para la práctica del ciclismo. Charles Manson tenía otro tipo de predisposición. Según la tercera acepción del diccionario de la RAE, que aún no hemos comentado, el don se recibe de Dios, razón por la cual nos referimos a las predisposiciones para lo bueno. De Induráin decimos que tenía un don para el ciclismo, de Manson que era un asesino psicópata, no que tenía un don para el mal.

Foto: Wikipedia

Sin embargo, no caigamos en el excesivo determinismo genético, si Induráin no hubiera entrenado y se hubiera dado a la mala vida, no habría ganado 5 Tours. Con esto quiero decir que su genética le dio la oportunidad de ganar 5 vueltas francesas, no que se las regaló. Sin embargo, sus compañeros de equipo, Marino Alonso, Aitor Garmendia, González Salvador, Jokin Mugika, etc, también entrenaron y muy duro, pero no ganaron. ¿Por qué? La respuesta está clara, por su don, por su capacidad innata, por su genética.

El don en el deporte está ligado a la edad, que no perdona. Es evidente que Induráin tenía el mismo don en 1996 que en 1990. también que su capacidad de 1996 era mucho, muchísimo mejor que la mía, que tenía 19 años en esa época. Pero también es cierto que contaba con 6 años más, muchos kilómetros en las piernas, una presión psíquica enorme y rivales con mejor o peor don, pero más jóvenes. El don se deprecia mucho con la edad.

Márquez y Dovizioso

Márquez tiene un don de manual. Hace fácil lo difícil, parece que no le cuesta, se sobrepone a situaciones imposibles y supera (es un decir, porque eso del 110% que me lo expliquen) los límites de su máquina. Es el Induráin de los primeros 90, obviamente no en personalidad, pero sí en capacidad. Rossi también tiene ese don, pero ya está en su declive por largo y maravilloso que este sea. Lorenzo lo tiene, pero anda perdido, Pedrosa lo tuvo.

Foto: Repsol Media

Por el contrario, de Dovizioso no decimos que tiene un don. Es cierto que es bueno, pero le tratamos como a un currante, como a un esforzado de la ruta que decían los comentaristas de la serpiente multicolor. No tiene el don, pero con trabajo y dedicación ha estado relativamente cerca del título. Como Dovi hay otros tantos, los respetamos, los admiramos, pero no levantan pasiones. No hay legiones de seguidores y fans llenando las gradas de sus colores. A Marc se le idolatra, a Dovi se le respeta.

No es lo mismo.

La inspiración y la transpiración

Thomas Edison, el inventor de la bombilla y del fonógrafo, entre otras muchas cosas, defendió en una entrevista de 1932 el trabajo como la base de sus inventos:

Ninguno de mis inventos llegó por accidente. Veo una necesidad interesante que necesita satisfacerse y hago una prueba detrás de otra hasta que sale. El resultado es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de transpiración”

Según este enfoque, no es suficiente tener un don para conseguir lo difícil, también hay que sudar.

Foto: Wikipedia

En realidad Edison no dijo nada que no supiéramos ya, porque todos sabemos que por mucho don que tengas, hay que trabajar. Seguramente todos conozcamos a alguien con un don desaprovechado. En el mundo de la música hay muchos, Amy Winehouse, por ejemplo. ¿Os acordáis de Anthony Gobert? Mi abuela lo habría mandado al infierno, porque desaprovechar una gracia divina no merece el cielo.

¿Por qué entonces valoramos más el don que el esfuerzo?

Pues posiblemente porque sea lo que no podemos alcanzar por nuestra cuenta. Todos creemos que si nos esforzáramos podríamos llegar a ser un Dovizioso, o cuando menos un Karel Abraham o un Tito Rabat, pero sabemos que no podríamos ser un Marc o un Valentino por más vueltas que diéremos a un circuito. Valoramos lo inalcanzable.

Sin embargo, también existe una disposición genética, entrenada por la educación recibida, para el esfuerzo. ¿No sería entonces más admirable alguien con una capacidad de esfuerzo tan elevada que es capaz de acercarse a los que poseen el don?

Podría ser, pero es menos cool.

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