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MOTOSAN | MOTOGP, MOTOCICLISMO Y COMPETICIÓN. "Life is Racing"

¿Las motos se venden solas?

20 Abr. 20 | 16:00
Un motero hace el gesto de los cuernos de rock con su mano
Foto: Bobby Stevenson

Existe cierto pesimismo por el futuro de las cilindradas medias y altas. El mundo de la moto observa cómo se hunden pero, ¿eres capaz de recordar algún anuncio en la tele?

Para cualquier motero de la vieja escuela, ver la lista de las motos más vendidas de hoy es un trance penoso. Quizás por eso ya ni se publica cada mes en las revistas, para no hundir emocionalmente a los lectores. Puedes pensar que exagero, pero durante 2019, y según datos de Anesdor, el Top 10 de las más vendidas estuvo completamente ocupado por scooters de 125 cc. Pero es que hay que irse hasta el puesto 11 para encontrar el primer scooter con carnet A2 (Yamaha X-MAX 300), y hasta el 12 para encontrar la primera «moto», la Kawasaki Z900. Para matricular estas 2.744 kawas, hubo que vender los 50.676 scooters que están por delante en el ranking. ¿Es o no es para tanto?

¿De dónde viene esta tendencia?

Es un hecho constatable que endurecer escalonadamente la obtención de los permisos de moto ha tenido una dura influencia en la compra de motos de cilindradas más altas. La creación del carnet A2 fue en su día una medida controvertida aunque razonable, y en todo caso, la duda que podía plantear era (y sigue siendo) por qué no hacer lo mismo con el carnet de coche. Por eso a muchos nos resultó insólita la decisión de «regalar» el A1 a quien simplemente ha tenido el mérito de tener el carnet B durante tres años. Hay mucha gente legalmente habilitada para conducir una moto sin haber acreditado siquiera poder mantener el equilibrio sobre una bicicleta.

La realidad es que con este esquema de permisos no puede ser ninguna sorpresa que se matriculen muchas 125 y muy pocas motos gordas. ¿Quién se toma la molestia de hacerse con un carnet de moto? Únicamente quien necesita más potencia para circular por vías rápidas sin fundir el motor, y sobre todo, quien cree que una moto es mucho más que un artilugio de dos ruedas que le lleva de un lado a otro.

Pero esto no es todo. Hubo un momento en el que los fabricantes entraron en una escalada competitiva en la que el objetivo era construir las motos más rápidas, más ligeras, los pepinos absolutos. Las motos más potentes e ilógicas para el uso diario están resultando ser víctimas fagocitadas por su némesis, el scooter más justito de potencia. Cuando una moto de 70 cv es más que suficiente para ir al final del mundo y volver, e incluso para ir a la cárcel si te diera por enroscar el puño mucho más allá de lo aceptable. Añade a la ecuación cientos de radares nuevos y un carnet por puntos y el resultado sale solo: la edad del motero medio aumenta imparable, con pocos jóvenes sumándose a la fiesta.

¿Qué hay más allá de una moto?

¿Todo? Las sensaciones y el disfrute al conducir una moto son enormes, y por eso hay tanto motero al que le gusta salir a rodar en solitario. Lo curioso es que da igual el estilo de moto, puede ser tanto una R como una custom. Esto puede ser ya suficiente, pero añade amigos, rutas y planes. De día, de fin de semana, concentraciones, salidas a grandes premios y todo lo que se te pueda ocurrir. Conociendo gente nueva, y por qué no decirlo, casi siempre buena gente. No creo que los que van a trabajar todos los días en sus 125 sepan de qué hablo. Es como si sólo quienes ya tenemos el veneno inoculado en vena supiéramos de qué va esto, y no hubiera nada que hacer.

¿Y dónde está la publicidad?

Esta actitud derrotista contrasta con el poco movimiento que se ve en el entorno de la publicidad. ¿Recuerdas algún anuncio de televisión de una moto? Cualquiera, no importa de cuándo sea. Uno. Y sin embargo, si hoy pones la tele, podrás ver cuarenta de coches. Lo llamativo no es sólo que hagan muchos anuncios, es que algunos son buenísimos. La industria de las cuatro ruedas les ha presentado tantos retos, que los creativos lo dan todo, y no es extraño que estas piezas ganen premios en los festivales publicitarios más reputados.

El mundo de la moto tiene este campo expedito, y se limita a los anuncios impresos de siempre, bien en papel o en formato digital. El problema es que el target, el público objetivo, está muy cerrado. Da igual que sea sobre motos, camiones, o pesca con mosca. Si te compras o visitas una revista, es porque te gustan las motos, los camiones o la pesca. Así es imposible llegar a gente nueva y trasladarles tu mensaje.

Las marcas también invierten un pastón en competición. ¿Pero les revierte? La difusión que les proporciona MotoGP o Superbikes es brutal. La buena imagen de marcas ganadoras debería convertirse en ventas, pero entre que la gente ya no demanda motos voladoras, y que ahora hay que pagar una suscripción para ver las carreras, si no te gustan, no lo ves. El público potencial de la publicidad vuelve a estar cerrado a quien ya está en este mundo. No había sitio para anunciar motos ni en las carreras en abierto, cuando entre gritos de «¡me gustan las motos!» se iban a publicidad y veíamos anuncios de colonias (por supuesto), pero también de productos de primera necesidad como jabón para lavavajillas, pan de molde o papel higiénico. Y de coches, faltaría más. Ni ese, con millones de personas intentando fijar los ojos en aquella pantallita arriconada en una esquina, parecía el momento adecuado para colar anuncios de motos. Como si se vendieran solas.

No me vendas la moto, véndeme lo que significa

Los anuncios de colonia son fascinantes. Intentan vender un producto en un medio que permite mostrar casi todo menos lo más importante: el perfume. Para ello, se monta una película de 20 segundos de ridículas escenas en las que básicamente, unas gotas del elixir en cuestión te convierten en un éxito con patas. Sin olerlo.

Con los anuncios de coches ocurre lo mismo. A veces se permiten la bravuconada de ni siquiera enseñártelo. Y no es algo nuevo, aún recuerdo uno mítico de 1990, en el que se veían imágenes de microscopio donde un montón de espermatozoides perseguían un óvulo mientras la voz en off decía «desde muy, muy joven te gustaba ser el primero; ahora sabes por qué te gusta el Golf GTI». Ni rastro del coche. No es sólo el producto, es lo que representa, en lo que te convierte. Aunque sea mentira.

El mejor anuncio con motos resulta que… es de un banco.

Pero a veces no lo es. Si pudiera transmitir todo lo que siento cuando salgo en moto con mis amigos en un fin de semana, si pudiera haceros llegar el olor de la barbacoa que nos regalamos por la noche después de recorrer kilómetros repletos de curvas por lugares ahora conocidos, las risas, conversaciones y grandes momentos compartidos, estos motoristas de carnet de coche mirarían nuestras motos con otros ojos. Porque ya no son sólo motos. Son fantásticas máquinas con las que nos divertimos como enanos cuando están en movimiento y además nos permiten disfrutar de mucho más cuando están aparcadas. La moto ha sido siempre un reclamo para publicitar otros productos, desde banca hasta cerveza sin alcohol pasando por juguetes (el de Ángel Nieto y la Motofeber es impagable) y por supuesto, colonias. Joder, si hasta la chica del «busco a Jacq’s» fue una pionera bajándose la cremallera subida a una moto. Salen motos pero se anuncia otra cosa. ¿Y no hay una campaña que haga lo contrario? ¿Mostrar lo que significa realmente poseer una moto?

Una moto no son números, son sensaciones y experiencias que no se miden ni en caballos ni kilos de par a no sé cuántas revoluciones, ni milímetros de horquillas invertidas, ni en segundos de cero a cien. Es un estilo, una forma de disfrutar la vida. Lo sabemos quienes lo hemos probado. Y si nadie intenta explicárselo a los conductores de esos insípidos scooters, pues seguirán comprando motos light. Motos bajas en emociones. Porque si quieres un elixir de verdad, no hay como una moto de verdad. Cualquiera. Sin necesidad de verla. Pero alguien te lo tendrá que contar.

Qué ganas tengo de que nos suelten. ¡Mucho ánimo para todos!

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