Saltar al contenido
MOTOSAN | MOTOGP, MOTOCICLISMO Y COMPETICIÓN. "Life is Racing"

Los viejos moteros nunca mueren

17 Jun. 19 | 22:00
Foto: Ana Grave

“Sexo, droga y rock and roll”, cantaban Ian Dury and the Blockheads a mediados de los ‘70 en plena explosión punk. Pero, a pesar de ser la triada más característica de la actualidad, creo que los iconos del rock no están completos si no se incluyen nuestros amados vehículos de dos ruedas.

La motocicleta ha estado ligada al mundo del rock prácticamente desde sus comienzos. Por una parte, al ser un modo de transporte más económico, era más accesible para los jóvenes, principales consumidores del rock. Pero por otra, la más importante, transmitían ese aire de libertad que todos lo que montamos en moto comprendemos.

Rebeldes sin causa

Estas dos cosas, música y necesidad de libertad, coincidieron en una época en la que los jóvenes empezaban a reivindicarse como grupo. Los jóvenes habían pasado de querer tomarse algo con sus padres, emulando la vida que les esperaba, a avergonzarse de ellos. Ya no se conformaban con ser adultos en stand by cuyas expectativas eran repetir una vida como la de sus padres. Los jóvenes nacidos en la posguerra querían otra cosa y por primera vez disponían de tiempo de ocio y la música, el rock and roll, se convirtió en el complemento perfecto. Los fines de semana giraban en torno a los amigos, las fiestas y los guateques. Un vehículo que facilitara los desplazamientos era una forma más de diferenciarse de los mayores, y en Europa la moto otorgó esa opción a un precio razonable.

Los salvajes

Pero a esto hay que añadirle otro factor, más importante si cabe, relacionado con el aspecto outsider del motero. Pero para eso hay que remontarse un poco más en el tiempo, al año 1947 en el pequeño pueblo californiano de Hollister, escenario desde bastante tiempo atrás de carreras de motos organizadas por el AMA. Atraídos por esta carrera, miles de veteranos de la II guerra mundial que llevaban unos años viviendo de los subsidios y recorriendo las carreteras americanas con sus Harleys, se presentaron en la localidad. No eran pilotos, y aunque iban a correr, no lo hacían por una cuestión meramente deportiva, sino más bien festiva. El consumo de alcohol (y de otras sustancias) hizo que la carrera fuera poco más una sucesión de accidentes. Según a quién se le pregunte, parece ser que no hubo altercados de reseñar, entendidos como daños a la propiedad, pero las autoridades actuaron haciendo que los bikers abandonaran la ciudad, al más puro estilo sheriff de “Acorralado” (Ted Kotcheff, 1982).

Sin embargo, la prensa se hizo eco del acontecimiento, exagerando más o menos los hechos, dando una imagen de los moteros que, años más tarde quedaría inmortalizado en la película “El Salvaje” (László Benedek 1954) protagonizada por Marlon Brando y Lee Marvin, quedando vinculada la imagen de motero-malote para los restos. Años más tarde, de nuevo el cine, nos mostraba ese mismo estilo, llevado a los 60 y al post-Vietnam en la maravillosa Easy Rider (Dennis Hooper, 1969). Muchos rockeros americanos han estado vinculados a sus Harleys, entre ellos mi admirado Duane Allman, muerto en una Sportster en 1971.

Brighton 64

Cruzando el charco, y pasados unos años, la música moderna de finales de los ‘50 y primeros ‘60, el sonido Motown y Stax, había dado lugar a uno de los primeras muestras de descontento juvenil en Gran Bretaña, el movimiento mod. Enfundados sus trajes ajustados de raya diplomática con jackets with sides (The Who dixit) y sus parkas militares, aborrecían la imagen motera de cuero, grease y rock and roll clásico. Para los seguidores del swinging London y sus impolutos trajes de Carnaby St, lo mejor eran los scooters italianos, de moda y tan carenados que podías ir en traje sin mancharte de aceite.

Trajes, Vespas y Lambrettas y soul contra cuero, BSA’s y Triumph’s y rock chuckberryriano en resumen, mods y rockers. Ambos movimientos representaban, además, dos niveles sociales diferentes, más burgueses los primeros, más proletarios los segundos, y obviamente, se convirtieron en enemigos. Esta rivalidad dio lugar a enfrentamientos, entre ellos la famosa batalla campal de las playas de la ciudad costera de Brighton en 1964, que podemos ver en el tramo final de la película Quadrophenia (Franc Roddam, 1979).

Este exceso de miedo ante acontecimientos de rebeldía social, que no de rebelión, fue amplificado ido por la prensa, que no solo se hizo eco de la situación, sino que elevó un problema, menor y local, a casi una cuestión de estado no solo describiendo unos acontecimientos, sino ayudando a su definición. Este acontecimiento sirvió de ejemplo a Stanley Cohen, unos años, para definir el concepto de pánico moral, idea que está detrás de fenómenos sociales antiguos, como la quema de brujas, o modernos, como la relación entre videojuegos y violencia. Resumiendo, suena más el río que agua lleva.

Yo solo lo hago en mi moto

La relación entre el rock y las motos se ha mantenido, pero más vinculada al mundo malote que al mod. Muchos heavys ochenteros británicos y rockeros impenitentes americanos, mantuvieron la estética cuero-motera generando, en mi opinión, un pánico moral contra las motos que se mantiene hoy en día.

Las motos son peligrosas y los moteros, peligrosos. Las carreras de coches son glamurosas, las de motos… Solo hay que ver el ambiente que se respira en los GP de F1 y en los de MotoGP. Es cierto que esto último ha cambiado mucho en los últimos tiempos, pero si echamos un poco la vista atrás soy más de Barón Rojo que de Obús, no solo porque hacerlo en mi moto es complicao sino porque, si he de escoger entre ellos y el rock, elegiré mi perdición.