Con los primeros rugidos de la semana pasada en Sepang comienza un año más uno de los grandes espectáculos del deporte mundial. No creo que me equivoque mucho al decir que para los que estamos leyendo esto es el más grande. Un año más, los análisis de la pretemporada nos dan una primera idea de lo que va a ocurrir ese año.
Los titulares de los periódicos y revistas especializadas destacan las virtudes de las nuevas monturas, la capacidad de adaptación de los jóvenes recién ascendidos a las motos grandes y las perspectivas de los viejos pilotos sobre sus viejas o sus nuevas monturas. Cuando se llega a Qatar parece que el pescado está todo vendido, pero como decía nuestro Valentín Requena, “hasta el rabo todo es todo”.
Mi primer Gran Premio
Cuando son muchas las nuevas temporadas vividas, uno mira hacia atrás y recuerda su bagaje por el mundial. No voy a decir que parece que fuera ayer, porque no lo fue, pero aún recuerdo vivamente la primera vez que fui a un Gran Premio. Mi hermano Luis era más aficionado a las motos que yo y me traía algún Motociclismo de cuando en cuando, de esos que pasaban por varias manos antes que por las nuestras. También era más aficionado a las fiestas y juntos frecuentábamos Chopi, una pequeña discoteca de la Talavera de los ‘80.
No recuerdo por qué, o quizá nunca lo supe, durante unas semanas sortearon varias entradas para ir a Jarama a ver una prueba del mundial. Nosotros estábamos allí más tiempo que en casa, pero apenas teníamos opciones de entrar en el sorteo porque, como estudiantes de la época, andábamos más que justos de dinero y participamos entre poco y nada en los sorteos. Pero, y es lo que tienen las ciudades pequeñas, un amigo nuestro era más que asiduo a la barra, y como trabajaba y no tenía la cartera vacía, llevaba muchos boletos para el sorteo, de manera que le tocaron varias entradas.
Y ahí llegó nuestra suerte. Nuestro colega, repartió entradas entre los amigos y conseguimos nuestro primer acceso a una carrera de motos, nada menos que el GP de España de 1985, el año del doblete. La mañana del 5 de mayo nos montamos en un autobús bien temprano y a lo largo de la mañana vimos ganar a Aspar, Bianchi, Lavado y a Spencer desde la pelousse de la curva Bugati. No es que hubiera un antes y un después, pero a partir de ese momento empece una relación con las motos que dura hasta hoy.
Mi primera moto
Ese mismo año, mi padre compró una Vespa. Se trataba de una 150S del ‘64, de faro cuadrado, guantera en el escudo y cófanos redondeados. En principio la compró para él, pero al año siguiente me saqué el carnet y me hice su dueño. En los ‘80 no era tan fácil tener un vehículo y las 12.000 pesetas que se gastó mi padre en aquella reliquia sacada de un patio expandieron mi día a día. La moto daba pena verla, había estado bajo una lonas durante más de 10 años y tenía porquería para dar y tomar, pero fue ponerla gasolina, dar unas cuantas patadas y llevárnosla puesta.
La trasladamos al taller de la Escuela de FP en la que mi padre daba clases y la desarmamos hasta el último tornillo. Saneamos todo lo saneable y sustituimos el resto. La pintamos y la moto quedó perfecta. Yo tenía 19 y la moto 22, nuestra relación duró más de 8 años.
Tras esta Vespa vino otra, una TX200, a la que hice más de 100.000 kilómetros trabajando de mensajero en Madrid, pero no era lo mismo. Después de la TX vino la primera moto grande y mi vuelta a los grandes premios. Se trataba de una Suzuki GSX 750, después llamada Inazuma, con el clásico motor SACS de un color rojo precioso, con la que fui a mi segunda carrera.
Era 1998 y ya llevaba bastantes años siguiendo el mundial en nuestra querida TVE. Las voces de Luis Miguel López y Valentín Requena ya estaban en mi cabeza cuando fui con mi amigo Javi a ver el GP de la Comunidad de Madrid. Volver a un GP era un sueño, pero hacerlo en moto, en una moto grande era ciencia ficción. Desde la tribuna cubierta del Super7 vimos ganar a Cecchinello y a Harada, pero sobre todo vivimos la victoria de Checa y el podio de Sete con la V2.
El foro
Fue precisamente esa temporada del mundial la que Microprose eligió para sacar el mejor juego de motos sacado hasta la fecha, el GP500. En los albores de Internet, unos cuantos miembros de un foro de informática, extinto junto a los dinosaurios, nos juntábamos para hacer carreras offline. Para ello hice un foro en miarroba en el que charlábamos sobre las carreras y publicábamos los resultados de la carreras que nos proponíamos. Con los módem de 56K jugar online era impensable, y caro. Siempre me han llamado Epi, y Epifumi, Epilauda, Episainz, eran mis nicks en los juegos de carreras de la época, de motos, de F1 y de rallies.
En 2002 desarrollé una web, paralela al foro, con la que intenté seguir el mundial, pero resultó una locura ingestionable para una sola persona. El foro creció, nutriéndose en gran parte con foreros del extinto foro de motogp.com. Ya en 2004 nos alojamos en un servidor propio y desde entonces los Foros de Epifumi han vivido el boom de los foros y su caída tras al advenimiento de las redes sociales. Sobre todo Facebook. Pero ahí seguimos, 15 años después, pocos pero bien avenidos.
Por el foro han pasado pilotos como Lorenzo o Bautista, periodistas como Dennis Noyes o J.P. de la Torre, técnicos como Manolo Burillo, gente a la que he tenido el placer de conocer en los muchos GP a los que he ido desde entonces. Pero también ha pasado gente anónima, pero verdaderos expertos en el mundo del motor, con lo que he compartido muchas horas online, pero otras muchas en GP’s, cenas y cañas y viajes por esos mundos.
Y ahora…
Ahora, me ofrecen la oportunidad de expresar mi opinión en esta gran web del mundo de la moto, y voy a intentar dar un punto de vista particular del mundo de la moto. Espero conseguirlo.
Gracias a todos los que me leáis y a las personas que hacen posible Motosan.
Un saludo de Epifumi.
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